La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TúP AC AMARU 369 siastica, por ser indignos de ella unos barbaras, a quienes no había quedado de cristianos sino el nombre y el caracter indeleble; a esta satisfaccion se ha seguido otra no menos plausible por sus circuns– tanci as. No fue Señor Excelentísimo vana la confianza de la Caci– que Micaela de Bastidas (esposa de Tupac Amaro) que asegura tener de su parte las parroquias sub-urbanas, pues ya hemos visto que mu– chos indios de éstas levantaron armas , para debelarnos y perpetuar los latrocinios. Se juntaron en multitud confusa a este fin en la pampa de Chi– ta, legua y media distante de esta Ciudad, cuya noticia causo extra– ña confesion en los ánimos, y ya se afirmaba teníamos a los enemi– gos dentro. Toda la noche del dia de ayer se pasaron sobre las ar– mas, y muy de mañana se destacaron algunas compañías del Regi– miento de Andahuaylas que dieron con ellos, los batieron, mataron a muchos, cuyo numero aun no se sabe; tra jeron prisioneros veinte y tres, y los demás se remontaron fugitivos a los Cerros; siendo lo mas singular que en ambos combates ninguno de los nuestros ha peligrado. Estos triunfos confieso no son tanto en su entidad, co– mo en las buenas resultas que nos dejan; así los nuestros redoblan el valor, cobran alientos, y sacuden el terror panico, que les dejó la derrota pasada padecida en Sangarara, y por el otro aspecto los rebeldes escarmientan y los <lemas se contienen. A consecuencia de esto y teniendo bien inspeccionadas nuestras pocas fuerzas, he juzado estamos en el caso, que por todos los dere– chos es lícito y aun obligado a los eclesiásticos, tomar las armas en defensa de la Religion, de la Patria, y de las propias vidas, que es– tan igualmente amenazadas; para este intento tenía dispuestas, cua– tro compañias de este gremio con sus respectivos oficiales, y de Co– mandante el Dean de mi iglesi a, Don Manuel de Mendieta, y como crecio la zozobra, y se temía la invasion de la Ciudad, mande fue– ran todas conducidas al Cuartel General con la Bandera Eclesias– tica, que se compone de las Armas Reales, y varios geroglificos san– tos, en quienes tenemos puesta y vinculada la mayor esperanza que– dando mi casa sin la guardia correspondiente, porque es en mi aten– cion preferible el beneficio publico; a vista de este espectáculo se enternecio el Pueblo, y con este ejemplo concurrira cada cual al des– empeño de sus deberes. Tampoco omitio mi desvelo la custodia de los monasterios, que tenga tan en el corazon : diputé de las Religiones sus Comunidades para que pasaran con armas a guardarlos, y que no fuer an profana– dos sus templos y estas casas santas.

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