La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMi\RU 373 Mi clero ha hecho su deber en esta ocasion, dando pruebas de que se contemplan muy utiles las compañias que forma con sus res– pectivos Oficiales, al comando del Dean. A la primera noticia del con– flicto pasado lo pidio el Inspector, y se presento, marchando en orden por la Plaza, en el Cuartel con todas las armas necesarias, y la ban– dera surtida de imagenes sagradas, propias del fuero, y geroglificos que dan idea de la inclusion que tiene la Iglesia en esta guerra, tanto por la fe y moralidad, como por los derechos del Soberano que mira imprescindibles de los suyos. Este objeto tan agradable a Dios y al mundo, excito copiosas la– grimas y ternura en el publico, de modo que ni los militares que han servido en expediciones formales de la Europa dejaron de llorar, como todos, movido el corazon por unas impresiones tan santas, como inso– litas a la vista; ya he dicho en algunas de mis antecedentes a Vues– tra Señoría Ilustrisima, que la practica ostentación que hacen los eclesiasticos de su amor al Rey sin reserva de las propias comodidades y vida, es una de las anclas que afianzan la Nave de este Dominio, que se ha visto a riesgo de zozobrar; y hallandome convencido de esta verdad que apoyan otras pruebas sensibles, a los que tenemos la e.osa presente, no dejare de empeñar todos mis esfuerzos en la continua– cion de un medio tan necesario como edificante, sin perdonar los de– mas conducentes a la impenetración del concurso de Dios. Fuera de la Mision que felizmente se concluyo tengo prevenida otra particular para los indios y mestizos en la lengua propia de ellos: esta empezara hoy o mañana, y por diligencia previa he instruido a los Religiosos Predicadores sobre los puntos en que han de hablar, contrayendose especialmente a que la fidelidad y subordinacion al Soberano les obliga, porque son cristianos; y que dejarán de serlo en cuanto les sea necesario este caracter que sacudan el yugo de la obe– diencia. Si por lo tocante a lo espiritual no se remedian los daños ocu– rrentes, podre decir a esta Ciudad: hemos curado a Babilonia, y no ha sanado, aunque no por esto la dejare, ni la desamparare, hasta consolarla en su ocaso con mis ultimas alientos, si el Cielo no se in– clina benigno a nuestros votos. Me he dilatado mas de lo que pense y de lo que permiten las angustias del tiempo, con el deso de instruir a Vuestra Señoría Ilus– trísima en los nuevos acaecimintos, considerando que Vuestra Señoria Ilustrísima es el punto de donde se han de tirar todas las lineas, para r glar las operaciones conducentes al acierto.
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