La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
382 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU en esta expedición, dirigida por todas las reglas de prudencia y en– cargada a un sujeto de celo infatigable, pericia militar y honor. En profundo grado representará a Vuestra Señoría Ilustrísima el abatimiento a vista de tantas calamidades y ruinas, a no haberse presentado el Comandante Don Gabriel de Avilés con la gente y armas que se remitieron de Lima. Este cuidado me desveló muchos días, por los justos recelos que se concibieron de que Túpac Amaru intentara cortarlos antes de su ingreso, por la pampa de Anta, arrojo que no se tenía por difícil y que debía ocupar las miras del Rebelde por las ventajas que en él reportaban; pero debemos al Señor el be– neficio de haberlos confundido en sus maquinaciones, llegándonos este socorro en el día de su Circuncisión, y principio del año que nos augura todas felicidades. En efecto, la Ciudad parece que deponiendo los tristes lutos que ha arrastrado en este tiempo, se ha vestido de gala, y todos respiran el gozo, de que redundan sus corazones, lo principal es que las mili– cias provincianas toman alientos, y los que se veían tímidos, harán el servicio con valor y esfuerzo, según se reconoce. A esto contribu– yen no poco los prósperos sucesos de nuestras armas, y el desengaño que puso a los ojos de todos el infame asesino, de que no perdonaba las vidas del europeo, del criollo, del grande, del pequeño, del hom– bre, de la mujer, y que no hacía distinción de clases, castas, edades ni estados. Esto segundo con el suceso reciente de Calca, y lo primero por la derrota de los Indios en Huayllabamba y pampa de Chita, de· que ya informé a Vuestra Señoría Ilustrísima en las citadas, a los que se han seguido otros dos triunfos conseguidos por los nuestros, uno en la quebrada de Urubamba, que acometidos de un grueso de tres mil indios, fueron éstos vigorosamente rechazados por los nuestros, matándoles más de trescientos, sin pérdida de un solo hombre, Y aprisionado treinta y tantos; los demás hicieron fuga, y perseguidos en otro reencuentro tenido en Calca les mataron cincuenta y tantos; con lo que ha cobrado brío el soldado, comprendiendo que el indio es un enemigo despreciable y que resistido el primer ímpetu, al punto se va del campo de batalla y lo deja al vencedor, solicitando preci– pitado salvarse en la aspereza de las serranías. En estas acciones gloriosas se han señalado mis Curas, que han acompañado a la gente, alentando a todos a pelear con esfuerzo por la causa de la Religión y del Rey; en que he tenido singular com– placencia, significándoles cuanto mérito es éste en mi justa acepta-
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