La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 383 ción, creyendo la tendrá no menos Vuestra Señoría Ilustrísima, al saber las disposiciones en que se hallaban todos de defender estos Dominios de nuestro Augusto Monarca, aun a costa de su sangre, según congeminadas (sic) expresiones me lo aseguran, llenándose de ternura mi corazón, al ver tan nobles y generosas ofertas; buen tes– tigo es de esta verdad el Señor Avilés, a quien ofrecieron los Curas de Surite, Huarocondo y Anta, que están al paso, marchar en convoy de la tropa que condujo, y que estaban dispuestos a ponerse a la frente de sus indios feligreses, para defender los puestos que tiraban a invadir los Rebeldes, y de estos ejemplos tenemos muchos; aunque no faltan algunos pocos a quienes podemos denominar espurios del Estado, que descubren signos de degenerar de estas esenciales obli– gaciones; pero en este punto seré inexorable para aplicarles toda la pena condigna, si se justifican las sospechas o denuncias. Con esta alternativa de sucesos que consigo trae la guerra, se mantiene la esperanza de que, con Vuestra Señoría Ilustrísima, viene todo el remedio, porque después de la deserción que hicieron los Corregidores congregados para oponerse al alzado Túpac Amaro; que quieren, según he entendido, cohonestar con el título de honrosa re– tirada, cuando tenían ochocientos fusiles y otros más chuzos o lanzas, con suficiente tropa para defender sus Provincias, no nos resta más consuelo que el que Vuestra Señoría Ilustrísima instaure y restituya cuanto ha destruído la violencia tiranicidia. Aquí llegaba, y a esta misma hora se nos comunica la noticia plausible, de que el Comandante Valcárcel, con la tropa salió ayer, sorprendió a los enemigos acampados al otro lado de la Angostura, dos y media legua distantes de esta Capital, como a las seis y media de la tarde, a los que acometieron los nuestros con tanto ardor que en término de media hora les mataron más de trescientos, según el cómputo más prudente; la acción es la más señalada que hasta aquí hemos tenido; pues en el campo estaba lo más florido de la gente rebelde, en tiendas de campaña, o toldos; se les tomó una bandera con las Armas de su caudillo Túpac Amaro, sin pérdida en los nues– tros, sino de un hombre solamente. En esta victoria se han portado con indecible valor todos, y hasta los indios fieles que acompañaron de Oropesa, San Gerónimo y San Sebastián, a los cuales se acogían los alzados por salvarse, y los re– chazaban o mataban, sin quererles tomar cosa alguna de sus despojos, expresando eran de excomulgados, impresión que ha hecho tanta fuerza en sus ánimos, que ha prevalecido a la innata propensión del
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