La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

48 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU descendientes de dicho Inca Túpac Amaro; con que para el caso de la presente disputa, no puede darse prueba más esclarecida y más probada, que la que consta de unos instrumentos que originalmente conservo en mi poder, de letra antigua que no puede admitir sospe– cha, y que con citación de la parte contraria han sido reconocidos, corregidos y concertados los testimonios, como parece de la certifi– cación y diligencia del Escribano de Cámara Don Martín de Pro, de fojas sesenta y cinco, dicho cuaderno cuarto, a mi pedimento y de or– den de esta Real Audiencia. No puede dudarse la fe de dichos instrumentos, ni creo que se atreva a dudarla Don Vicente García, apoderado y protector de Don Diego Bentancour, abuelo de su mujer; pues a más de que aún antes de poner esta demanda, pudo su cavilación sacar dichos instrumen– tos originales del poder de la persona en quien yo los tenía deposita– dos, y reconocerlo como los reconoció; caso que hoy dudara algo, los mismos instrumentos originales hicieran su convencimiento y su con– fusión; y lo que es más, es menester que se rinda a la propia confe– sión de mis claros derechos que hace en su carta que me escribió, Y tiene reconocida bajo de juramento, a mi solicitud y de orden de Vues– tra Alteza. Los autores, como va referido, tienen por materia grave la de una causa de Genealogía; porque en ella no sólo se interesa la pre– tensión del particular, sino la reputación de toda una familia, pero la viveza y travesura de Don Vicente García será el autor de su da– ño, porque ha sido mi estímulo; pues no contento con las providen– cias que subrepticiamente ha logrado la familia de su mujer, para suponer su origen y descendencia de dicho Inca Túpac Amaro, ha querido excluir la mía, que es la verdadera, y no supuesta, simulada y falsa como la suya; y creo que lo he de hacer demostrable con sus mismos instrumentos, con los que he de producir en su convenci– miento, y con razones deducidas de ellos mismos, que si no es im– posible, le será difícil desvanecer, por más que acumule documentos Y figure edificios suntuosos, porque éstos han de rendirse, si sus cimientos son débiles y falibles, como lo son, y que será la materia de la segunda parte de este alegato. Si hubiese de hacerme cargo de las impertinentes ocurrencias de Don Vicente García, de los instrumentos y calificaciones incondu– centes que ha producido, y con que ha abultado inútilmente el pro– ceso, sería obra muy larga, y sería incidir en el mismo despropósito del desorden Y confusión que él se ha propuesto, sin más que vertir– los con satisfacción y aún con injuria, para en el ínterin blasonar una

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