La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

78 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU que se ha traído dolorosamente su mandato y con especialidad en este Reino. En el de Nueva España se reparten algunas veces, aun– que pocas, Indios a las minas; pero en su cuanto y en su distancia, están cumplidas, hasta con escrúpulo, las mismas leyes; nunca se excede en el número de cuatro por ciento, ni nunca de la distancia o circunferencia de diez leguas, pero aquí, en cuanto a esta última parte, es enorme y espantosa por lo retirado de los Pueblos a quie– nes se piden y reparten los Indios en mita. Hace horror que se lleven a estos infelices a vencer doscientas, trascientas y más leguas para trabajar después en una mina como la de Potosí, u otra según se practica en esta América. Cansados del camino poco trabajo pueden hacer útil, o han de descansar algunos día~ para hacerle. Doy de barato, como se suele decir, que se les pa– gue los días de camino desde el día en que salen de sus pueblos has– ta el día en que vuelven a entrar, que harto difícil se me hace de creer, y aún se queja el Cacique de esta solicitud; ¿es posible que no pensemos en que naturalmente hay repugnancia y disgusto en ir a rendir estos trabajos, aunque fuesen más ventajosos que son para ellos, a tanta distancia, separándose de sus familias, y de sus pueblos que es fuerza, amén por una ley secreta y poderosa que hay en todo viviente? En este tiempo abandonan sus casas, dejan sus bienes o ranchos, pierden de vista a sus amigos y socios, a. su Párroco, a su Justicia, y a su temperamento, que es lo que con preferencia vió la Ley para que no se les llevase ni trajese a las distancias que les pudiesen ser ofensivas. La m ita, según se practica en el Reino, es a mi entender uno de los males que es fuerza cortar, brevemente, si queremos población, habilidad, y que se nos acerquen los Indios a lo que deben o pue– den ser. Nosotros los conquistamos para el buen trato~ para provecho a sus almas, para hacerlos civiles, y con aquellos bienes y dotes na– turales en uso que no tenían en su gentilidad. Procuramos rectifi– car su procreación, sus costumbres, y cuanto merece la naturaleza del hombre con el cumplimiento de las leyes divinas, eclesiásticas, políticas, y morales, enseñándoselas pausada y dulcemente; pero no hallamos los progresos que corresponden · a la acción, y acaso Y sin acaso, es por lo que adelantamos o queremos adelantar con una mano, perdemos con la otra; quiero decir que no están completos los medios o las reglas; ni armoniosa la acción para lograr, todo el bien. Los Indios pasan, después de conquistados, del mismo pun– to a nuestra sociedad; pero si es pesada como parece que la conci– ben, poco adelantaremos. Salen de la libertad natural a la sujeción

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