La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 79 civil, y si ésta pasa de sus precisos límites degenera, o es fácil que degenere en esclavitud. En la rudeza de su antigua vida, poco o na– da echaban de menos; en la política cristiana advierten y experi– mentan cosas, que porque desconocen y desconocerán por muchos días su obj~to, se les hac~n pesadas. Gran tino y cuidado debe haber en el Gobierno para condu– ~ir esta clase de vasallos, pues que queremos con tanta necesidad y obligación el hacerlos útiles. Su estirpe, o clase, está llena de pri– vilegiados por las Leyes, pero pocos efectos de ellas logran, o pocas veces los disfrutan con la franqueza que se les declaran. En el In– dio debemos poner el buen trato por muchas razones, unas miran al cumplimiento de la Legislación Política y Cristiana, y otras el adelantamiento de la conquista espiritual y temporal. Si no trata– mos bien a los conquistados se hace muy difícil o casi imposible que vengan a vivir con nosotros los gentiles; éstos, interín lo son, se pue– den tener por enemigos, y aún después tardan mucho en ser de nuestra amistad; el ejemplo es poderoso en todas las cosas, y si es malo, hay pocos medios que le hagan contraresto, y más en la cla– se de gente de quien estoy hablando. La noticia de lo que padecen los Indios, contra las intenciones del Gobierno y de la Ley, trans– migra hasta lo más escondido de los aduares, o ranchos de los Gen– tiles; allí se considera lo que sufren los conquistados, y tal vez se le dá el mal colorido de tiranía en su idioma. Penetran a sus chozas o pajizos pocas o ninguna noticia, noticia del adelantamiento de los conquistados; y éstos los ponen en más precisión de hacernos la guérra y de huir de nosotros. Alguna vez he dicho hablando de este asunto, en las muchas que lo he hecho en la otra América, como Fiscal, que se deben ha– ber perdido los medios con que al principio fué feliz y próspera la conquista, como que entonces abreviamos en un cortísimo período de tiempo más que hemos adquirido después de un fuerte número de años; también he dicho que esto puede pender de que o no son nuestros actuales misioneros del fervor, espíritu, y afán apostólico, que fueron los que en aquellos instantes hicieron tantas ventajas o de que nos hemos desviado de su método de catequizar; o de que no tienen hoy tan buena armonía las dos conquistas espiritual y tem– poral que se hacen unidamente, queriendo que sean los gentiles tan pronto como vasallos cristianos; y tan pronto como la dominación de nuestros ritos y dogmas católicos. Lo que se desea y procura es bueno; el medio de desearlo es el que padece alguna alteración sen– sible y dolorosa.

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