La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

812 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU tarse es que en la misma hora entretejía aquellos visajes con las mo– nerias que hacia de sacarse del bolsillo un cajoncito de plata que siempre cargaba consigo, el qual abierto un tanto miraba adentro, y al punto lo ceerraba, y tambien de quando en quando se lo apli– caba al oido, dando a entender a todos que segun lo que se le comu– nicaba por medio del cajoncito, todo lo sabia, y no era capaz de errar en prosecucion de su empresa, pues aun llegaba a proferir que el mismo Dios le hablaba asi al oido. Acabada que era la Misa, y despues de haber concurrido a ella quantos Sacerdotes habían con sus sobrepellices, y Estolas, salia de la capilla echando bendiciones, y preguntando él a los Sequaces: Quien vive? Respondían todos: Tomas Tupac Catari, Rey Inga, lo que repetian muchas veces con algazara, y a son de Caxas y Clarines hasta que llegaba a su Palacio, donde seguían aquellos Pribados ha– ciendo las genuflexiones de besarle la mano lo que acostumbraba toda especie de gentes con él, con su Muger incandoles las rodillas. De esta manera se solemnizaban las funciones de Yglesia, donde así mismo bailaban y cantaban, aunque versos espirituales, mas no rehu– saban maltratar y dar golpes dentro de ella dicho Catari quien no se confesaba, ni tampoco los Yndios, pero mucho menos los Españoles degollados por oponerse a ello, expresando que del mismo modo mo– rian sus Yndios en la batalla. Esas acciones y la mas execrable de haberse sacado un día el Sol de la Custodia donde se hallaba colocado Ntro. Amo Sacramen– tado, de suerte que arruimandolo al pecho, y tomando el Espadín en la otra Mano, se andubo por toda la Pampa dando carreras, Y ha– ciendo escaramuzas para dar a entender a los Yndios QUE EL NO HABIA SIDO COMPLICE EN LA DESASTRADA Y TIRANA MUERTE DEL R. P. FRAY ANTONIO BARRIGA, POR LO QUE NO ESPERABA CASTIGO ALGUNO, NI MENOS EL SER VENCIDO POR LOS ESPAÑOLES. Son palabras dignas de notarse, y tambien a sus irreverencias tan irreparables; cuyo hecho aunque no lo vi, ni pude por no haber llegado todavía al Alto quando venia escoltado de los 60 Yndios, me lo aseguraron varios por cosa cierta como testigos de vista, y con el aditamento de que aun la Forma Consagrada se quebro a los movimientos de aquellas Carreras, y que tal vez se hubiesen disipado a fuerza del viento algunas par– ticulas, por haberse encontrado el Sol bien descompuesto, y con bastantes muestras de semejante tragedia. Asi pues habiendo corrido, y corrían las cosas Divinas, y humanas por aquel Campamento tan erguido, sacrilego, y cruel,

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