La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 817 jos de hambre, sed, peste, y mortandad de toda especie de Gen– tes, ya por los extremos de estas infelicidades, y ya de resul– tas de algunas salidas que hacían, y de las continuas balas que despe– dían por todo el contorno de las trincheras los rebeldes: de mo– do que entre el fuego de cuatro Pedreros (que despues fueron seis) j.ncesantes de dia y de noche, y tambien de los muchos fusiles, no si havria sentido que contrapesase unos tragicos sucesos con otro. A esto se agregaba la ninguna (o cuando mas remotisima) es– peranza del menor auxilio; y aunque tenia la certidumbre de la fi– delidad de unos u otros sugetos prisioneros, no era dable de– mostrarlo por la facil pena de muerte que se experimentaba. Por lo que ya se ve trabajaban mis discursos infatigables para en algun modo enjugar aquel Mar de lagrimas que en el intermedio de 60 dias de Cerco, que hasta entonces corrían, ya parece he– chas Dilubio inundaban: principalmente al ver, y ser preciso ali– mentarse en parte con las carnes de Mulas, Cavallos, Jumentos, Perros, Gatos, Cueros de Zurrones, y de Petacas, y aun quiza con la de las Gentes que no faltó quienes me lo asegurasen. Logre al fin escribir a VS. valiendome de Mariano Morillo, quien aun que corría con los Pedreros desde que estos se pusieron en uso (y a quien no le quitaron la vida por contemplarlo habil para este efecto) me ofrecía la botaría por la trinchera, bajo de las mas posibles precauciones, y de haberle observado formarles re– souciones de estar a favor del Soberano, lo que parece compro– bó con las <lemas circunstancias de su fidelidad; y tambien con la de haberse verificado la echada de dicha Carta, que creo se ha– lle en los Autos: siendo asi mismo cierto que dicho Morillo varias veces me aseguro que las Punterías de los Pedreros siempre procu– raba fuesen altas, por lo que no hicíron casi ninguno daño for– mal hasta que los mismos Yndios por haverse desviado la respues– ta de cierta carta que ese le mandó de la Ciudad lo trageron hasta cerca de la trinchera de Santa Barbara, y cortandole desde los codos ambos brazos, lo despacharon para adentro, como me– jor constara de dichos Autos. En dicha Carta di pues algunos con– suelos sobre que ya parece venia el auxilio cuya noticia asi mis– mo repetí por otra, y seme respondió, habíendose puesto una Van– dera negra en la Pila de la Plaza Mayor de la Ciudad, la qual se– ña pedía yo con el destino de si salían los Milicianos a extramu– ros del Alto, tal vez se harian esfuerzos de entregar los Pedre– ros, lo que ya tenia tratado con el mismo Morillo, quien desde lue– go estuvo adicto a ello; mas no surtió efecto esta preparacion atento a que la salida fue tarde, y convenía su mejor retirada..

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