La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

40 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) dor y todas sus gentes, resolví retirarme con los que se hallaban ca– paces de seguirme, á aguardar el auxilio pedido, y evitar á nuestras provincias el delito, de que acaso procurasen redimir los destrozos que recelaban, con el atentado de insultar nuestras personas, para entregarlas á aquel infame. Con efecto, el día 11 de Diciembre pa– sado, despues de haber divulgado por cierto, que pasando ya el pre– citado Lampa, venia marchando hácia esta villa, que solo dista 14 le– guas de este pueblo, mandé juntar los vecinos que habían queda– do, y animando mis espresiones con mucho celo y honor al real ser– vicio, les exhorté vivamente á la mayor fidelidad de nuestro legíti– mo Soberano, para precaverlos de la seduccion y el engaño; y de– jando aseguradas las pocas armas, para que no se apoderase de ellas el enemigo, me retiré doce leguas de aquí, donde me mantuve, has– ta que se me comunicó la noticia de que, despues de mil desórdenes é infamias cometidas en Lampa y sus cercanías, y dejando secre– tamente una órden para que se me prendiese, y remitiese por mis propias gentes, dirigida por uno que fué cacique de los indios de esta villa, como se me ha comunicado con la mayor reserva, había ya retrocedido, sin dejar penetrar el verdadero motivo que pudo dar á una resolucion tan inopinada. 7. Pero como reflexionase yo con la aplicacion que demandaba lo importante de la materia, sobre la que á mí me parecía indolen– cia en los Corregidores del Cuzco, Paz y Arequipa, en retardar y no conceder los socorros que á estos dos últimos se habían pedido, para la recuperacion de las nueve provincias que injustamente ha– bía abrazado la dominacion del traidor, me resolví á pasar perso– nalmente á Arequipa, con el fin de retirar ó acalorar con eficacia las instancias del auxilio tantas veces apetecido, lisonjeándome en– tretanto con la noticia de que, en virtud de las órdenes que se me habían dado en la capital de Lima, debía marchar el Sr. Visitador General con suficiente número de tropas y pertrechos necesarios, con el destino de incorporarse con el de esta provincia, para una formal expedicion contra los sublevados. 8. Pero, por un extraordinario que llegó despue.s, supimos la repentina determinacion del Sr. Visitador, de no continuar sus jor– nadas para Arequipa, sino torcer de las mediaciones del camino pa– ra el Cuzco, con las tropas que conducía, sin remitir órden alguna al referido corregidor, que sirviese de gobierno á sus resoluciones. Esta novedad, que nos llenó de notable confusion y perplexidad, al paso que me hizo totalmente imposible la consecuencia del socorro que solicité, perfeccionó la idea que ya había formado yo de resti– tuirme á mi capital, aun teniendo presente el peligro que corría mi

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