La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) 41 persona, con ánimo de sacrificarla generosamente al servicio de S. M., en caso necesario, como con efecto verifiqué mi arribo á esta el 10 de Enero. Y como fuese yo el primero de los corregidores que re– gresase á su provincia, contemplando el abandono en que por necesi– dad de los otros experimentaban las restantes , arbitré valerme de al– gunas providencias extrajudiciales y reservadas, á fin de adquirir no– ticias útiles ·para nuestros designios, y mantener en ellas en fideli– dad tqd9s aquellos que se conservaron exentos del contagio, en me– dio de· los débiles que se dejaron seducir por los engañosos artifi– cios de Tupac-Amaru. 9. Nada de esto embarazó la contínua y diaria aplicacion con que procuré disciplinar las milicias de mi cargo, para adiestrarlas en el manejo de 1as armas, con el fin de incorporarme con las tropas que se decía conducía el teniente coronel D. Sebastian de Segurola, comandante nombrado por el Sr. Presidente de la Plata, para la ex– pedicion que por entonces se meditaba, y de que tuvo noticia en aquellas circunstancias: pero para proceder con el arreglo y seguri– dad diariamente, le consulté sobre la cantidad del sueldo que podía contribuir diariamente para el mantenimiento de estas milicias, que te– nia juntas y en ejercicio. Y como por una parte su respuesta no fuese decisiva, por cuanto para darla se remitía á la que él mismo aguardaba sobre los puntos que tenia consultados días antes, y por otra hubiese llegado á mi noticia en aquella sazon misma, que Tu– pac-Amaru venia marchando por la provincia de Lampa; la estre– chez del tiempo y la necesidad de obrar en que me puso esta con– siderable novedad, me hizo concebir que ya era indispensable jun– tar el mayor número de tropas que me fuese posible, para guardar– le, y defender esta villa, en el caso que intentase atacarla. Y po– niendo en práctica, con el mayor calor y presteza, este designio, eché mano del arbitrio de los reales tributos que había recaudado esta provincia, para mantener mis soldados ) á quienes señalé un corto sueldo para que subsistiesen, y servirme de ellos en las ocasiones, que ya veía muy cercanas, de oponerme á las operaciones de aquel malvado. 10. Con este pensamiento no dudé ocurrir por un extraordina– rio, pidiendo al referido comandante de la Paz algun auxilio de gen– te, armas y pertrechos con que poder sostener con seguridad y des– ahogo esta importante resolucion. Pero, á pesar de mis esperanzas y deseos, me respondió, que en atencion á que todavía no habian llegado á sus manos las instrucciones que aguardaba, no podía sa– lir de aquella ciudad, ni proporcionarme otra especie de socorro, que el de que, ó me auxiliase de las provincias inmediatas, ó me re-

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