La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación
44 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) bras de la noche tenebrosa habian tirado mas adelante. Caminé á pié como unas cuatro á cinco leguas, porque no pudo vadear la ca– balleria, y dí alcance á un trozo de ellos, hácia las 5 112 ó 6 de la ma– ñana. Solicité con cuidado las personas del sangriento Nicolas San– ca, indio, que de cantor de una iglesia, habia pasado á servir á Tu– pac-Amaru, con título de coronel en sus tropas, y ejecutaba horri– bles destrozos en todas partes. Persistjeron obstinados sin contestar en el asunto, y despues de irritarnos con el oprobio de llamarnos alzados y rebeldes, intentaron y principiaron á acometer con sus pa– los. Dí entonces órden para que los treinta hombres, que á la sazon se hallaban á mi lado, les hicieran fuego, y en un momento queda– ron muertos los veinte y cinco que allí estaban. Entre los papeles que se les encontraron, y autos originales y en testimonio, librados por el traidor para alistar gentes, y contra los clérigos que se opu– siesen, habia una carta, que citaba al Justicia Mayor de Azangaro (por Tupac-Amaru), para que unidos con Andres Ingaricona, tambien comisionado para reclutar gentes en los pueblos de Achaya, Ne– casio y Calapuja, en la estancia de Chingara, que dista solo dos le– guas de Juliaca, me asaltase con dicho Sanca en aquel lugar por donde pasaron mis tropas, y en donde me separé de ellas con el mo– tivo referido. En su vista, marché sin detenerme hasta encontrarlos, y logré hacerlo como á las 3 de la tarde del dia siguiente al de la funcion con los indios, en que ya estaba del otro lado toda mi gente. 15. Mas, con el designio de impedir esta reunion con Ingarico– na y Sanca, tiraba hácia el pueblo de Lampa: en cuya sazon, sa– liéndome al encuentro una india, sumamente afligida, espresó las violencias que sufría en Calapuj a, por una partida de 300 indios, mandados por el tal Ingaricona. Con esta noticia, y el pensamien– to de frustrar aquella reunion, entrando á Lampa por la parte de Chononchaca, marché al sobrenombrado Calapuja, en donde por en– tonces no pude absolutamente descubrir ni la situacion ni el pa– radero de los indios, sin embargo de que llevaba incorporado con mis tropas al cacique Pacoricona: lo que me obligó á pensar en ha– cer noche en las llanuras de Surpo. Entonces un espion, ó centine– la de aquellos, que se resistía á dar las luces que buscabamos, sacu– diéndole algunos azotes, declaró que sus compañeros estaban en la eminencia de una montaña, que se denominaba Catacora. Sin otra cosa, resolví marchar con ellos, y poco despues les decubrimos con banderas desplegadas, que las batian con insufrible voceria. Al acer– carnos, pasaron de allí á otra mas elevada, en donde se hallaba la mayor parte de sus tropas, y á pesar de la imponderable aspereza de la montaña, que no admite vereda determinada, buscaba con di– ligencia algun lado que nos permitiese la subida, en cuyas circuns-
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