La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) 45 tancias tuvimos que tolerar una tempestad de agua y granizo muy ruidosa y abundante, que duró un buen rato. 16. Mitigóse en fin esta furia, aunque penetraba muy bien la dificultad y los riesgos que se presentaban, tuve que condescender á la ·animosa instancia de mis tropas, que aguardaban con impa– ciencia las órdenes de avanzar. Dílas con efecto, y dividida la fusi– leria, marchó en dos trozos por dos partes distintas, abrigándose al– gun tanto con las rocas y peñascos, de la viva y continuada des– carga de piedras que arrojaban los indios con sus hondas. Los fusi– leros y sables peleaban, y avanzaban con notable ardor y brio: pe– ro advirtiendo que, siendo corto el número, quedarían sacrificados en la eminencia al furor bárbaro de la grande multitud de los in– dios que los águardaban, volví sobre los otros, animándoles con el admirable egemplo de los primeros, que debían ser sostenidos, sin que mis órdenes y persuasiones lograsen el efecto que deseaba. Por esto, y porque ya se acercaba la noche, hice tocar la retirada, que sirvió á evitar .el destrozo de los fusileros. Efectuóse sin perder mas que dos, que murieron precipitados de una roca, cuando bajaban. Yo mismo recibí entre otros, un gran golpe de piedra, que me rom– pió la quijada inferior, y pasó á herir igualmente sobre el pecho. Los heridos de consideracion fueron cinco, y otros muchos levemen– te. De los indios murieron hasta 30, y quedaron muchos heridos, to– mándoles tambien algunas cargas, especialmente una de aguardien– te, que mandé guardar con cuidado para evitar el desórden de los soldados. Pudimos llegar al cuartel muy entrada la noche, que pa– samos con indecible incomodidad y fatiga, y lográndola los enemi– gos, desalojaron el sitio, y caminaron en busca del coronel Sanca que, abandonando el pueblo de Lampa despues de incendiado, habia acampado en unos cerros distante legua y media de nosotros. 17. Con esta noticia juzgué inutil seguir adelante y resolví re– troceder hasta las Balsas de Juliaca, para ocurrir á los insultos que intentasen contra mi provincia, y mantener en respeto á los indios de este pueblo, y á los de Calacoto, Cabana y otros que aun no ha– bían tomado aquel partido. Marché por frente de la estancia de Chin– gara, donde pasé la noche del 12, y al tránsito por Calapuja, inten– tó quedar allí el cacique citado Pacoricona, instando mucho alojar– me en su casa, y mis gentes en el mismo pueblo. Pero con el aviso que se me comunicó de que en dicha casa se ocultaban algunos re– beldes, les hice buscar, y con efecto se encontraban dos, debajo de su propia cama: por cuyo hecho, interpretando de traicion por la voz pública, le hice pren~er y conducir con seguridad entre los mios, que ya el dia antes le habían observado ciertos movimientos muy

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx