La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación
882 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) ejemplo, sus superiores obligándolo a seguirlo, sus iguales arrastrán– dolo con su opinión, que todos han cooperado a labrar sus cadenas. ¡Fatal influjo el de la tiranía! Ella hace obrar a todos sus súbditos con mutuos esfuerzos para oprimirse, y los mantiene en una especie de guerra para hacer legítimos sus robos y sus asesinatos; y así, en él los crímenes como la sangre de sus venas parten de su corazón para volver a él, y de todos sólo el déspota es la fuente primitiva; Esta verdad proferida en medio de las cadenas de donde sólo espe– raba Areche la humillación, lo irrita, y al imponente aspecto de una alma tan elevada como fuerte, teme su codicia española la pérdida de la presa más costosa a la humanidad, la América; y para conser– varla toma la resolución de sus padres, y como ellos derramar la san– gre de los indios por torrentes con igual desprecio, y ferocidad; ful– mina decretos de muerte contra mi hermano y su familia, que se eje– cutan con suplicios horribles y varios. La esposa de mi hermano su– frió la muerte en una guillotina; su hijo Fernando, 1 de 16 años de edad, su cuñado Antonio Bastidas, con otros más deudos, la recibie– ron en la horca, todo se mandó presenciar por mi hermano igualmen– te a tormentado por este espectáculo que por el concurso numeroso de esclavos, que tranquilos espectadores .y obedientes pasivos daban a aquel acto una solemnidad de triunfo. Y todo esto era sólo el preludio de lo que se preparaba; la saña española llegó á concebir suspenderlo hasta cierta· altura más o me– nos elevada, y soltarlo para bajo de su propia .gravedad sufriese frac– ciones en los huesos, contusiones, y todo el estrago posible en el cuerpo; tres días lo tuvieron en la repetición sucesiva de esta inven– ción de su ferocidad, complaciéndose de sus estragos y preguntán– dole por sus cómplices y su dinero; sus respuestas filosóficas y la firmeza con que las vertía en medio de los mayores tormentos, les hizo ver una alma elevada y superior a los alcances de su barbarie; ir ritados de no poder sacar ninguna confesión que halagase su codi– cia, o que multiplicase sus víctimas, mandaron sacarle la lengua, que había sabido callar con tanto heroísmo y sólo pronunciar verdades amargas que la adulación y los esclavos jamás les hicieron oir: to– davía fué más allí su crueldad; para no perder unos cortos restos de existencias que todavía mostraba mi hermano José Gabriel, le hi– cier on atar pies y manos a cuatro caballos para que fuese dividido en otras tantas partes, y no haviendo conseguido de este modo, el ver– dugo lo verificó, y mostró así que un esclavo es el mejor instrumento contra sus semejant es, y que puede disputar a las fieras la destreza de devorarlos. 1. Fue Hipólito.
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