La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación
892 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) En este momento de nuestro dolor y desesperación, se apoderó un terror del capitán y de todos los marineros, que nos hizo creer había algún peligro capaz de igualar con la muerte a los opresor'es y oprimidos, y mostrarnos más allá de ella la diferencia de la vir– tud y del vicio, del crimen y de la inocencia; este conflicto gene~al nacía de la fracción total del timón; por todos los indicios el peligro tenía una inminencia alarmante y capaz de haberse hecho sentir ·por nosotros mismos, que traíamos en compañía de nuestra desgracia · a una familia francesa, cuyo padre había contraído en Lima el crimen fatal que los españoles tienen misión del cielo y autoridad del Papa para castigarlo en América, era la posesión de 30 talegas de plat a, de ·que fué despojado, y para purificarse remitido con prisiones a España; este hombre obtuvo del comandante la gracia de quitarnos las prisiones, si componía el timón; mientras lo hizo, estuvimos siñ ellas; más luego que se concluyó la obra mucho mejor de lo que ha– bía esperado el Comandante, mandó se nos restituyera a las cadenas. Puedo asegurar por todos las apariencias del peligro que el mé– rito de la composición del timón debió excitar sentimientos de gra– titud iguales a los que produciría la donación de la vida en cualquie– ra otro hombre, que en aquel español; fué infractor de un tratado, se hizo más enemigo, y nuestra situación se empeoró. Llegamos al Janeiro, donde el buque debía componerse, y la mi– tad de nuestros compañeros habían ya muerto; · el resto se hallaba muy malo, algunas de las mujeres fueron remitidas al hospital, de donde a los dos días tuvieron que volver escarmentadas del aban– dono y mal trato que los portugueses les dieron, o por recomenda– ción del comandante o por su carácter particular; una de ellas mu– rió luego que pisó de regreso la cubierta del buque. Todos los demás, a pesar de estar enfermos, no fuímos más bien tratados en esta nueva posición, antes, por el contrario, tomaron con– tra nosotros precauciones más atormentadoras; de día éramos ama– rrados al palo mayor, y de noche en la corriente; las lluvias, el ri– gor del sol, ni la ninguna .garantía que teníamos en nuestro ropaje, nos eximían de esta pena nueva y diaria, que nos venía por haber llegado al Janeiro, donde entre la mucha población que había era de temerse la humanidad de algunas personas. La ejercitó con mu– cha voluntad un religioso que venía de Lima libre en el mismo bu– que; se empeñó para que lavásemos nuestros andrajos, cuya sucie– dad se hacía insoportable desde que nos prendieron, por la trans– piración, humedad, etc., sin que tuviésemos en todo este tiempo que mudar en nuestr a cama miserable, ni en el cuerpo.
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