La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

900 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) revolución en América, fueron los resortes que tocó para causar en mi alma el trastorno más saludable y extraordinario que se puede sentir en esta ciudad, sin fatigas corporales, con nuevas y dulces sensaciones que no había tenido en 40 años; el mundo y mi situa– c;ión eran totalmente nuevas. Luego que renació en mí la esperanza de volver a América ~ué mi más vivo deseo; tan larga mansión con los europeos no había pro– ducido ningún vínculo en mi corazón hacia nada, ni nadie; me ha– llaba después de este espacio de media vida lo mismo que en el pri– mer día de mi llegada, y si tenía mi corazón algo demás era el cú– mulo de males que había sufrido y la aversión que las fieras podían inspirar. Tal vez esto se atribuía a alguna insensibilidad, mas yo só– lo conozco ser efecto de una muy exquisita que podía discernir lo que en Europa se ha sustituido a la de la naturaleza que es la su– misión más vil al dinero. La vejez rica puede contar allí con todos los socorros de las lu– ces y la industria, ella tiene poder y comodidad; la vejez pobre ex– cita el desprecio y provoca la apresión hasta de los infantes; pero en favor del americano ni el oro mismo tiene influjo, que todos se creen con derecho a poseerlo y acaban por despoj árselo; esta verdad estaba grabada en mi corazón por hechos tan notables que siempre hubiera mirado con horror en cualquiera estado de libertad y fortu– na esta sociedad. Pero si las relaciones de este mi singular amigo sobre el estado de América eran lisonjeras y me arrancaban lágrimas de ternura a torrentes , recordándome los desastres de mi hermano y demás sa– crificios en el año 1780 y mostrándome una nueva vida en los paí– ses que me habían visto nacer; no por eso dejaron de ser a mis ojos por mucho tiempo solamente .bellas imágenes, porque no podía dejar de hacer interiormente comparaciones del estado en que dejé el Cuzco y demás países con el que se me pintaba, ciertamente sin el estremecimiento que ha producido en Europa la revolución de Fran– cia y la centella de luz que ha arrojado por todas partes donde exis– tía el combustible de la razón humana, y por la marcha ordinaria en que t enía la España a América, sería imposible su situación ac– tual, a lo menos no se hubiera verificado sino después de siglos. Pero la llegada de muchos presos por esta causa, la mayor aflic– ción en que nos tenían a los americanos, y los ecos broncos de toda la Europa que diari amente llegaban hasta aquel presidio formaron una opinión en mí muy segura.

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