La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

902 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) raro con su contestación, protestó no abandonarme y mostrándose . ofendido me dijo "que cómo esperaba de él que me privara de sus cuidados y asistencia en los momentos que más la necesitaba; que no volvería a América jamás si supiese dejarme entre mis enemigos, y privarlo del placer de servirme". Ciertamente entonces lo hizo cop tal tino que el cirujano que vino· a verme, a su solicitud, asreguró que las fracciones habían sido tan bien colocadas que él nada tenía de hacer más. ¡Cuánto puede el interés de la amistad! Con nuevos males se aumentaron los de mi miseria, fué preciso ir al hospital, sufrir mucho de esta guerra en que se ponía conmigo todo español en cualquiera ocasión; y yo hubiera perecido en esta circunstancia si el esmero de mi compañero me abandona; él mis– mo me traía la comida, ésta era hecha de sus manos, y él consiguió por medio de su celo poder tener como darme estos socorros, por– que el hospital los daba a la miseria tan mal, que era mejor renun– ciarlos, sin hacerlo a otras pequeñeces que eran las únicas porque me mantenía allí, y estuve 20 días; en ellos jamás este humano com– pañero permitió que muriera en mí la esperanza de mi libertad ni la de ver la América. Luego que me vió con alguna resistencia volvimos a emprender– la navegación a Algeciras con mejor suceso que antes. Allí fuí presen– tado al general Don Demetrio O'Dali, americano, y por eso su recibo no fué tan acre como generalmente había sido para mí todo el .que me hacían las autoridades de España; además, me permitió andar libremente; esto y la hospitalidad humana y .generosa de Don José Gonzalo, y la facilidad con que el vicario eclesiástico le permitió a mi compañero decir misa, mejoró mucho nuestra posición; al favor de ella estuve sano del brazo a los 4 meses. Había cuidado siempre mi compañero en la debilidad de mi si– tuación de ocultarme los obstáculos para mi libertad antes de haber– los vencido, mas aquí viendo que para hacerlo era necesario mi coope– ración, me dijo que mi libertad todavía no era un bien con que po– día contar totalmente, que tenía solamente la precisa para introdu– cirnos furtivamente a Gibraltar, y que para esto contábamos con la protección de un hombre que la había prometido. Por 18 meses nos alilmentó esta esperanza, y al cabo de ellos nos desengañamos que este mismo hombre con aire de benefactor, sólo nos había querido vender este bien; cuando él vió que no podíamos satisfacer su codicia nos aseguró la imposibilidad de servirnos.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx