La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

904 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) Nos embarcamos el 3 de julio de 1822, estos días siempre eran funestos por la alteración que causaban en mi ánimo, y en este fuí acometido de un mal habitual, que mis desgracias me habían pro– ducido; me abandonaban mis facultades, y mi sensibilidad tal vez por haberme servido sólo para percibir males. Los marineros me hupie– ran vuelto a tierra si mi compañero no les hubiera asegurado mi pro'n– ta sanidad, y lo pasajero de este accidente. El 3 de agosto nos hicimos a la vela para América del Sud de– jando para siempre a esa España, tan cruel como avara, que se ha– bía empapado en lagos de sangre americana para cubrir la Europa de torrentes de plata y oro, y quédase ella ignorante, pobre y corrom– pida; a esa España igualmente voraz de la humanidad cuando su– persticiosa invocaba la religión y el evangelio para degollar ameri– canos, que cuando queriendo ser filósofa, y con la igualdad y dere– chos del hombre en sus labios, mandaba ejércitos de tigres a Cara– cas y al Perú. A esa España, finalmente, que en la injusta posesión de este último, sustituyendo la ignorancia, el despotismo y la servi– dumbre a la sabiduría y felicidad en que estaba bajo de sus antiguos Incas, ha privado a la humanidad de conocimientos a la ciencia social1 1. Sería preciso un volumen entero para mostrar esta verdad en todas sus relaciones. Pero bástenos saber que lo.s europeos han dicho: for– memos una sociedad feliz y todos seremos felices; hablo de los más bien organizados. Los Incas, al contrario, han dicpo, hagamos a cada individuo feliz, de suerte que ninguno pueda sin injusticia desear un mejor estado; por este medio la sociedad será poderosa y feliz. Pre– gunto, ¿cuáles han raciocinado mejor? Aunque en todo sistema de legislación sea preciso ver toda la nación en masa, es, no obstante, de esta masa como de todas las fórmulas general.es que suponen, o contienen, un gran número de verdades matemáticas. Estas fórmu– las no tienen realidad, sino por todas estas verdades que sin parecer allí, hacen no obstante su base. Una nación. tomada en masa, supone que el legislador está perfectamente instruído de todas las relaciones de los individuos entre sí, y que sus intereses respectivos pueden reu– nirse en el mismo punto central, que hace la felicidad relativa de cada uno de ellos, y por consiguiente de la nación. Si el legislador no tiene esta fórmula, es inútil la ley, porque ella es sin base. Para llegar a este fin la política proveía a los Incas, con seguridad, todos los medios; puede formarse alguna idea por la división siguiente. Las familias de cada pueb1o estaban divididas en decenas: a la cabeza de cada una de ellas estaba un oficial; cinco de estas decenas esta– ban subordinadas a otro oficial, y dos de éstos, o cien familias, de– pendían de un tercero, que tenia la lista de las cien familias y de sus decuriones respectivos. Cinco de estos oficiales que tenían cien fa– milias estaban precedidos de un jefe, que tenía, por consiguiente, qui– nientas familias; dos de estos jefes formaban el departamento de mil familias, que se hallaba subordinado a un jefe supremo, que en cada luna, o mes, recibía la razón de la administración de cada oficial, em– pezando gradualmente desde el que tenia diez familias bajo de su inspección, y la trasmitía a otro oficial, para que éste la pasase al Emperador. Estos estados mensuales se referían a la educación, sub– sistencia ~ moral. de las fami]ias. Todos saben que la autoridad pú– blica dirig1a la primera, prove1a a la segunda, y que el trabajo era la base de la última. ¡Qué espectáculo!

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