La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) 905 y natural1; yo la abandoné, confieso, con el dulce presentimiento de que ~n la suerte que le preparaban sus vicios escarmentarían tal vez los europeos de la ambición de dominar la América, y cuya satisfac– ción siendo inseparable de la injusticia de la usurpación y demás de– fectos que se les asocian, los llevaría al mismo término. Mi situación en la vuelta a América fué a algunos respectos en– teramente opuesta a la que tuve cuando mi remisión a España, aun– que a otros fué igual; tenía 84 años, pero las heridas de mi corazón habían sido profundas y repetidas por la mitad de este espacio para no conservarse vivas y hacerme juzgar con exactitud del contraste que hacían los cuidados y dulzura de mi compañero con la tiranía y aspereza de los que me condujeron a España; y cuando no hubiese conservado esta memoria, el capitán Hague del buque Retrive en que veníamos me . la hubiese despertado; me ha hecho creer además que fué seguramente de los que hacían el comercio de negros. La expo– sición de nuestra miseria no le impidió tomar por nuestro pasaje dos– cientos pesos y ponernos así en estado de embarcarnos sólo con cinco libras de tabaco por todo rancho. A los 10 días de navegación caí en un desfallecimiento que me puso en agonía; él era producido por el mareo y porque los alimen– tos de galleta y carne mal cocida no eran susceptibles ni aun de la masticación que yo podía hacer, y porque estando sobre la cubierta al rigor de las fuertes impresiones que mi edad ya no podía sufrir, el detrimento de mis fuerzas debía ser extraordinario. Hubiera perecido seguramente en esta ocasión sin el interés y celo de mi compañero por mi conservación. Sus instancias las más vivas consiguieron del capitán un huevo, con el que me administro un alimento conveniente, el único de que mi situación era capaz y que me restituyó la vida y sin el cual hubiera muerto. Este ejemplo de humanidad de mi compañero, ni el espectáculo de un hombre octo– genario sobre la cubierta al riesgo die perecer por mil causas que obraban sobre su debilidad no le hicieron al capitán variar de con– ducta; él continuó manteniéndonos en la misma posición, jamás nos convidó a acogernos bajo de la cubierta aun cuando lluvias copiosas y fríos intolerables caían sobre nosotros; él procuró no obstante.más co– modidad a un perro para quien le hizo una especie de cueva. 1. El primer jardín de Europa fué el de. Padua, formado por un decreto de la república de Venecia el 30 de Junio de 1545. Bernardo Díaz, que acompañó a Cortés, Herrera, Salís, refieren que en América habían jardines donde se cultivaban plantas medicinas para la utilidad pública· por consiguiente, fueron más antiguos que en Europa, y se podría correr sobre el cuadro científico de Bacón con igual certidumbre, para mostrar esta verdad, si los límites de este papel lo permitiesen.
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