La Rebelión de Túpac Amaru La Rebelión continuación

906 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (CONTINUACIÓN) Mas todo esto fué preciso para poner en acción los sentimientos singulares que prodigaba mi compañero hacia un viejo de quien sa– bía no podía esperar nada; era muy frecuente en él, preferir mi como– didad a la suya, y correr en mi socorro para cubrirme del agua y del frío, dejando mojar entre tanto su ropa, o poniéndomela. Toda,s las funciones de mi vida estaban ayudadas de este hombre singular, · que si me hubiera faltado su esmero un solo día yo hubiera pereci– do: al verlo al capitán obrar con tanta constancia en mi favor pre- · guntó a algunos que venían, qué personaje era yo que merecía tanto de mi compañero, y no pudo persuadirse que no hubiese algún mo– tivo de sumo interés que produjera esta conducta en un americano, y que un europeo sólo la tributa al dinero o al poder. Al fin de 70 días de navegación y solamente por los esfuerzos ge– nerosos de la humanidad de Don Marcos Durán Martel, que así se llama este mi conservador tutelar, llegué a Buenos Aires. Aquí los brazos de mis hermanos ya independientes se extendie– ron para estrecharme. Mi compañero, Don Mariano Suvieta, también confinado a Europa por haber peleado en la causa de la independen– cia y yo fuimos alojados con ternura, amistad e interés por Don Juan Bautista Azopardo que se halló con nosotros preso en Ceuta por la misma causa. El gobierno después nos honró, proveyó a nuestra sub– sistencia y comodidad, y el decreto en que nos señala a mi compa– ñero y a mí, casa, alimentos y una pensión, está dictado por una apre– ciación de mi solicitud que nacionalizando mis padecimientos les ha puesto en su término, que es mi llegada aquí, la única corona ·de gloria que podía compensarlos y satisfacer mi corazón. El gobierno español y sus gobernados deben avergonzarse de haberme dejado venir, sin reparar el oprobio nacional afecto al aten– tado cometido contra la humanidad en mi persona. Si 40 años de pri– sión caracterizan un gobierno bárbaro y feroz, la indiferencia por esta conducta del que se dice hijo de las luces muestra también, que éstas no le ha llegado, y cuán inferior es la fuerza de los principios del siglo a la que tienen todavía en él las preocupaciones y hábitos que la han dominado hasta ahora. Este defecto de la España que entonces me fué desagradable ha dado a mi llegada a América el precio de un verdedero triunfo; mi compañero Don Marcos Durán Marte! es quien lo ha conseguido, la gloria a él solo le pertenece y mucho más por haberlos hecho por un constante ejercicio de actos de humanidad de que pocos hombres se– rían capaces y sobre un ser ya muerto. El me ha restituído a la vida y me ha colocado en medio de un espectáculo de instituciones libera-

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