La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

308 CARLOS DANIEL VALCARCEL cunda, por menos estudiada de su moderacion: tanto mas lo persuade, quanto en el concepto superior de V. E. tie– ne de menos rectitud su ilustracion: como que bien se in– fiere el mayor número de rayos, en la directa y perpendi– cular direccion de la luz, por los que resaltan, y transmite en su incidencia transversal, y obliqua. Esta será la Gene– rosidad de V. E. aquel honor de su Prosapia, digo, y en expresion mas propria de Plutarco, esa virtud de origen, que si por sí fué ilustre en su principio, por V. E. mejoró de esplendor en su progreso. I Si, al orizonte de la mayor nobleza, que por su anti– guedad forma en toda la España el Reyno de Navarra, se descubre eminente la Casa de GUIRIOR; Torre es, que á medirse su altura por la profundidad de sus cimientos, nos fuera inaccesible; si en los enlazes de sus ilustres cuerpos, no halláramos escalas á su cumbre. Pyrámide de luz, que difundida por inmensos espácios, aun no se debilita; y en la revolucion de tantos siglos no ha podido la opacidad del tiempo obscurecer sus rayos. Templo magnífico del ver– dadero honor, donde preside en numen la virtud, donde solo entra en sacrificio la fortuna, como gage del m érito; y donde no se admite bastarda ofrenda, que deslustre sus aras, y pueda hacer malquista la posteridad de su memó– ria. Asi se ven en su átrio tantos Héroes, que Tutelares de su immunidad, embarazan la entrada á la menor profana– cion de su Sagrado. ¡Qué admirable prospecto! ¡Qué pom– pa, y dignidad de todos ellos! ¡Y quanto en sus acciones les es la Monar quia deudora de sus glorias! Dilataron sus términos , vencieron sus contr arios, mantuvieron la paz, y en sus Empléos, y Car gos solo estudiaron ser aceptos á Dios, á su Rey, y á la Patria . Por eso en su Carrera ob– t uvieron el Palio, dexándola sembrada de proezas , en que p recisamente hayan de t ropeza r los fastos de la Historia. Ellos h arán á t odos cumplido el Panegyrico, quando em– barga mi voz, con lo que ocupa m i at en cion, aquel que se adelanta, y en su semblante pint a la compostura, y mages– tud, con que guarda el vestíbu lo, y h ace la proteccion de su prosapia. El Sipion de la fama, que en la Linterna con sola su presencia ostuvo intrépido el decoro sagrado de u casa, é hizo fuese respeto, y humilde acatamiento, lo

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