La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)
312 CARLOS DANIEL VALCARCEL Soberano repone V. E. un nuevo mérito. Causalidad recí– proca, en que á estimarse los conatos, solo baria la venta– ja el privilegio de la dignidad. ¿Y no tenemos una práctica prueba de esta verdad en los gloriosos hechos con que desempeñó V. E. su Gobierno en aquel Reyno? La decadencia en que se hallaba fué un nuevo estímulo á las funciones de su fidelidad; como que la virtud se esfuerza donde halla mas estorbos su exerci– cio. Dominante el ocio, ó por despecho, ó por indolencia, á las necesidades de nuestra condicion: y reñidos con su observancia los derechos mas privilegiados de la sociedad, y del Monarca, por la avaricia, ó el libertinage; corrian á su extinción las principales fuentes de la felicidad de las repúblicas. La Agricultura, primera entre las Artes, y segun Xeno– phonte, madre de todas ellas; con la introduccion de frutos estrangeros solo ofrecia los sudores al rostro, sin poder ministrar á los labios el pan: sirviendo la feracidad de aquellos campos á hacerlos mas incultos. Las Minas de Oro, y Plata, en que estriba la mayor potencia de los reynos, y con que se hizo Cartago en otro tiempo tan formidable á Roma; o por falta de peritos que conociesen sus rumbos, y su ley, ó de subsidios para su la– bor; permanecían ocultas en las entrañas de la tierra: frustrada la fecundidad de esta madre comun, y la eficaz influencia de los astros. El Comercio en fin, principal fondo de la opulencia de los reynos, y el mas firme cimiento de su estabilidad, que en las Ferias mas celebres de Tyro, ha dexado en la Historia un testimonio público de sus utilidades: era allí un tráfico de industrias criminales, en que cubierto el fraude con el velo de la necesidad comun, tenia salvo con– ducto el contrabando. Padecía el Real Erario la defrauda– cion de sus derechos, y resentido el reyno con la extrac– ción de sus caudales á estrangeras Provincias, hacia mas clamorosas las quejas en sus quiebras. Tantos males exercitaron sin duda el fidelisimo cora– zon de V. E.; y sensible á ellos hubieran tocado el arma las pasiones, que tumultuada tal vez malogran el acierto, si dociles no sufriesen el yugo que les impone la razon. Conoció uego la perspicacia de V. E. las causas del desor– den: meditó su prudencia los remedios, y formado el plan de dirección, obraron de concierto la actividad generosa de
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