La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

LIBRO XIV DE CLAUSTROS qué medios no elige su prudencia para aumentar la Real Hazienda? Arbitrios todos que consultó la reflexion, y apro· bó la experiencia: dignos de producirse en el Senado sin el cordel al cuello, haciendo inutil aquella comminatoria ley de los Locrenses. Asi, sin imponer nuevas contribucio· nes, antes sí minorando las antiguas: que no es servir al Rey, oprimir sus vasallos, ni la Corona debe hacer sus me– dras con el gravamen de ellos; en menos de tres años tu– vieron tanto aumento sus rentas, que al conferir y com– putar el tiempo, se hubiera creido paradoxa el exceso, si no se conociese ser efecto de aquella Chimica especiosa con que sabe convertirlo todo V. E. en beneficio del Mo· narca. Pero no sociega la empeñada solicitud de V. E. por el bien del Estado, con el poder y fuerzas que le dan las ri– quezas; si no le acrece otra mayor potencia en la extencion de su dominio y de su imperio. Aquellos recíprocos auxílios, y mutua proteccion que en los sagrados nudos de la sociedad desfruta el hombre: es un convencimiento del valor y virtud de las ciudades para la mayor potencia de los reynos; como que es con– siguiente la magnitud del todo al mayor número de partes, ni aquel puede ser debil, si estas son vigorosas. Con igual raciocinio, aquella especie de deslucimiento que hace á la Magestad el corto número de súbditos, es prueba clara, que quantos mas vasallos la obedecen, se manifiesta mas autorizada, y es su poder mas formidable. ¿Y estas reglas políticas, que ha dado la experiencia: maximas de gobierno que igualmente persuade la razon; no adquirieron otra especie de apoyo y persuasion en la práctica que hizo de ellas V. E.? Porque, ¿qué lugar hay en toda la extension de aquel vasto Gobierno, que pudiese servir á su exercicio; en que luego la vista no estrañe un nuevo objeto, tropezando en sus fábricas? Aqui con nuevo aspecto se presenta la dilatada orilla del célebre Orinoco: monumento glorioso, que publica al Político Artífice de su transmutacion que convirtió en llanura sus collados, su emmarañada selva en edificios, en grata ha– bitacion de racionales lo que antes era guarida de las fie– ras: que destruyó sus bosques, quitó á Diana sus aras, y transfir ió su culto á los Penates. Allí se oyen las voces de innumerables hombres que errantes por los páramos sin hogar ni texado, aclaman hoy al Generoso Autor de su

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