La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

LIBRO XIV DE CLAUSTROS Pio de los Romanos, para quien mil contrarios vencidos, no reponen la vida de un vasallo. ¿Son por ventura estas ventajas hipérboles del arte, ó abultados encomios de la adulacion? ¿No son ellas no– torias en las conquistas que hizo V. E. de esas naciones bárbaras, en quienes la irreligion apadrinaba su indocili– dad y resistencia, y á querer numerar sus individuos, apu– rára sus notas la Arithmetica? Porque, ¿con qué otros medios que con la suavidad, beneficencia, y persuasion, y con hacer ver en el retrato la perfeccion del mismo origi– nal, conduxo V. E. hasta su Trono los Cunacunas, Guagi– ros~ y Chimilas, los Motilones, y Cocinas para que alli postrados, ofreciesen los votos mas solemnes de su fideli– dad? Triunfo en que sin duda no lograria Alcibiades me– nor gloria de la que obtuvo, dominando los groseros é incultos habitantes de las fronteras de Asia. Mas como sino bastase esta conquista á manifestar su zelo, ya lo demuestra empresa mas dificil. En aquella, la educacion grosera é incivil, no habia encendido las luces del espíritu, que en el vário y político comercio de los hombres alumbra los peligros, y aun los cautela donde no los hay. En esta, viciada la razon por el funesto influxo que tienen sobre ella las pasiones, y si menos estólida, mas sagaz é industriosa, formaba un muro en sus astu– cias el recelo, impenetrable al consejo y persuacion. En aquella, la falta de escarmientos en que vivia la libertad de los cóntrastres que sufre 'la obediencia, abria una puer– ta franca al cortejo alhagueño de la dominacion. En esta, rotos los lazos de la Servidumbre, y en posesion el albe– drío en sus primeros fueros, sería un exemplo de docilidad, que rara vez nos proponen las Historias, sujetarse de nue– vo á las prisiones. Finalmente en aquella, la sujecion no arrastraba un delito en que pudiese tropezar el temor y retardarla. En esta sí, que ofendida la misma Magestad por una apostasía de aquella fé sagrada que le tenia ju– rada la obediencia, sale al paso la pena, y aterra el ren– dimiento. Tan singular fué el triunfo que alcanzó V. E. y en que quedó de instruccion su conducta para hacer ver, que es mas gloriosa una victoria, si le son auxiliares la circuns– peccion y la prudencia. Sublevada la extendida Provincia que baña el Rio de la Hacha, y resistiendo intrépidos sus Pueblos los ataques,

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