La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)
318 CARLOS DANIEL VALCARCEL en cada accion se aumentaba el orgullo con la impunidad de la perfidia. Un exercito de tropas veteranas al coman– do de un Xefe experto y valeroso, no habia podido escar– mentar á los rebeldes, ni reponer el yugo que sacudió su inobediencia. En estas circunstancias tuvieron exercicio los singula– res dotes con que tanto se recomienda V. E. Esa extension de espíritu para prevenir los contingentes, la agudeza de ingenio para adaptar los medios á sus fines, la fuerza de consejo para no aventurar sus providencias, la madurez de juicio para pesar en fiel la utilidad del Soberano, la lenidad en fin de corazon para franquear voluntario la in- dulgencia. . Bien pudo V. E. subyugar y vencer esos indóciles re– fractarios del pacto mas sagrado, inspirando nueva fuer– za y aliento á aquel exército con ponerse á su frente, y dar los órdenes: que en los sucesos de la guerra el mismo espíritu que anima la voz en el que manda, es el vigor del brazo que obedece. Pero consideró la alta prudencia de V. E. que allí no contendía el valor, sino el depecho, y se habia de salvar el vencimiento en solos los despojos de la muerte. Sufrirían los sediciosos la pena de su animosidad y de su insulto; pero quedaría resentida en su destrozo la naturaleza, y disgustada ta1 vez la Magestad, que ostenta en sus piedades, los mas sensibles rasgos de su Sobera– nía; bastándole de satisfaccion á sus ofensas, la humilla– cion y el arrepenttimiento. Este fué el punto á que se dirigieron todas las líneas de su providencia. Por eso la Tropa se separa. Alli no man– da Marte. No se oyen otros ordenes, que los que inspira la misma humanidad. No se esgrime otra espada, que la que ministra en sus palabras la eloqüencia. No se empuña otro escudo, que el zelo del Monarca; ni hay otro cuerpo de Milicias, que el que esquadrona en sus consejos la pru– dencia. Asi debieron ser los aparatos de una guerra cuyo fin era conquistar los animos, y que llevase el triunfo la razon. Ella consulta sus inclinaciones; galantéa y alhaga sus confianzas, les manifiesta la inquieta y pavorosa ima– gen de la infidelidad, el apacible y sostenido rostro de la lealtad y pundonor: los perjuicios y daños de la guerra, las f licidades y bienes de la paz; y para expugnar el mas dificil muro que babia formado el temor d 1 castigo, se les presenta de F cial con todos sus arréos la penit ncia:
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