La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

LIBRO XIV DE CLAUSTROS 2.19 llevando en recompensa de quartel que les pide, un gene– ral indulto con que quede á cubierto de la pena su preva– ricadon. Todos la admiten; y rindiendo las armas se dán á discrecion de un vencedor para quien no hay sucesos en lo humano que contrasten su fé, ni su bondad. Asila heroycidad de V. E. mejoró en sí la gloria con que Sempronio Graco hizo admirar su industria; que des– mintiendo la condicion de aquellos pusilánimes, inflamó sus espíritus, formando aliento lo que era cobardía; pero en inversa y mas ardua conducta V. E.: como que e~ más dificil sojuzgar las pasiones irritadas, que despertarlas quando son dormidas: hizo debil la fuerza, tranquilo el ardimiento, moderado el orgullo; y abrazan la obediencia los que habían empezado á dominar. Forme ahora el exácto Arithmético sus cálculos, y en el residuo en que hallase exceder V. E . á aquellos Inclitos, lea la respuesta que allá ocupó en mis labios su modestia; que ya estimula mi expresion otra virtud mas propria en que, si no los aventaja V. E., los compite. IV El Valor digo, que uniendo al ammo la generosidad y fuerza, eleva las acciones al mayor grado del lustre y del honor. ¿Y pueden registrarse las que el amor al Sobe– rano promovió en V.E. sin que en ellas se encuentre su constancia exercitada por ia::, dificultades que arrostra y que supera? ¿Su magnanimidad galanteando arduidades, que hagan mas admirable su confianza y la profunda calma en que reposa la fuerza de su espíritu? ¿Y su pa– ciencia, taller de sufrimientos, en que al cincel de las pe– nalidades y trabajos, se fabricó de exemplo V.E. que con– denando la orgullosa insensibilidad de los estoycos, supo poner en uso su sentencia, purgada del error? No se verán en ellas esos ímpetus ciegos de la cólera, que armando al hombre contra el hombre, solo quiebran su fuerza en los estragos del fuego, y de la espada. No, que esa es crueldad, es fiereza del ánimo; y en V. E. nunca ha sido tercero su Valor de la inhumanidad. ¿Ya no hemos visto en los empeños de su zelo sostenido su aliento por una conducta llena de humanidad y de clemencia? No se verán esos arrojos de la presuncion, ni aquella intrepidez fogoza del orgullo, que sin medir las fuerzas,

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