La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

320 CARLOS DANIEL VALCARCEL abanza los peligros, y aun los previene sin temor, confian– do a las extravagancias de la suerte la felicidad de los sucesos. No, que esa es temeridad, es un fanatismo del Valor; y en V. E. la razon preside sus consejos, nada el capricho ni el temperamento: todo lo dirige la prudencia, y solo podrá ser satélite de su industria la fortuna. ¿Igno– ramos acaso aquella circunspecta providencia que ha acompañado siempre su valor para no aventurarlo en 'las empresas? ¿No sabemos que para defender aquellas costas y sus Poblaciones, que en aquel nuevo Reyno se hallaban mas expuestas, arbitró V. E. las resguardasen dos fragatas; y que segun el turno de sus excursio– nes, fondease una en la rada del Río de la Hacha, y otra en el seno de 'la Bahía-honda? Que aquí le– vantó un Plano de fortificacion? ¿Que en Maracaybo man– dó fondar su puerto, y construir un Reducto a su defensa? ¿Que en Cartagena, principal Plaza de Armas de esta Amé– rica, registró sus murallas, las halló defectuosas; y que poniendo en uso las reglas que prescribe la Architectura Militar Munitoria y Polémica, mejoró sus baluartes y cor– tinas, franqueándole sus ángulos, y quedaron sus partes dentro de la linea de defensa que previene el Arte? ¿Que para hacerla mas inaccesible, preocupando la entrada al enemigo, hizo continuar con el mayor ardor, hasta dexarla casi concluida, la importante obra de cerrar a Boca-gran– de? ¿Que levantó un Plano, y remitió a su Magestad, de nuevas fortificaciones con la demolicion del Castillo de San Lazaro, para la mayor seguridad del puerto? ¿Y á los arbitrios y conocimientos de V. E. no se debe la extrac– cion del salitre en mayor copia y mas rectificado, igual– mente que la doble labor en la oficina de Santa-Fe, de la pólvora, principal agente de sus prevenciones militares? ¿Cómo pues han ele ser sus alientos, vanas confianzas Y lisonjas del hado? No se verán en fin aquellos ardimientos y bastardos esfuerzos que inspira al corazon la ambician de una gloria, que dexa de serlo, y desparece en la misma obscuridad de su principio. No, que esa es pasion, es interes del proprio amor, que se disfraza con la lucida capa del Valor; y en V. E. ni puede el vicio animar sus acciones, ni poseer su corazon otro amor que el del Monarca. Su mayor bien, la inmunidad de sus derechos, su exáltacion, la fama de su nombre: nobles obj etos de aquellos fieles votos con que se ofrece V. E. sin que reserve para sí parte del sacrificio. Y

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