La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)
LIBRO XIV DE CLAUSTROS si la verdad de aquella máxima, con que persuadia á Dio· genes Platon, el menosprecio de la gloria, como medio se– guro de adquirirla, presenta á V. E. siempre en triunfo y coronado de ella; tambien alli resalta el contraste que su– fren las ventajas de su prosperidad en la moderación y equidad de sus deseos. Por eso es virtud el Valor en V. E.; porque la humanidad lo informa, la prudencia corrige sus excesos, y la modestia prescribe la honestidad del fin á su exercicio. Ilustres atributos, que quando lo depuran de aquellas viciosas qualidades con que lo prostituyen las pa– siones, le imprimen igualmente aquel caracter de bondad, con que sordo á las insinuaciones del humor, solo escucha la voz de la razon. Asi es virtud, y asi es de V. E. Porque ¿en quien otro pudiera variar con tanta novedad sus im· presiones? Otras son las idéas, otros los sentimientos. Aquel semblante austero, y puesto en ristre, que parece pintarle la naturaleza, ó nuestra aprehension, ya es el ros– tro agradable de la Magestad. Aquel abatimiento y sobre– salto, quando sobrecogido el corazon del pusilánime, lo teme, y lo cautela, ya es el respeto, ó aquella emocion dulce que causa la admiracion y la confianza. Parece haber mu– dado su indole el Valor, quando se ve pacífico, y que el corazon de V. E. triunfa tambien de la naturaleza. Pero lejos de la imaginacion aquella idea que degrada al Valor, porque no se presenta a nuestro espíritu con aquel aparato y exterior pompa de fiereza, que acostumbra vestirle la arrogancia. ¿La serenidad acaso de la frente está reñida con el vigor del alma? ¿Es debilidad ser accesible? La complacencia ha sido nunca cobardía? Por el contra– rio, ¿los nublados del rostro no suelen ser prognósticos del encogimiento del espíritu? El volcán que bosteza no pierde la actividad quanto se exála? El can que ladra no malquista la nobleza de su raza? ¡O qué espectárnlo digno de sus esmeros nos da la naturaleza en V. E. quando en el seno de una magestad risueña y agradable, dexa entrever la vivacidad y brillos del valor! aquella fuerza uniforme del alma que sin influ– xo de la imaginacion no conoce otro imperio que el de la voluntad! ¿Y necesitaré producir sus exemplos indivi– duando los contrastes en que se ha hecho espectable? ¿No bastará decir, que la carrera Militar de V. E. ha sido en la Marina, para advertir asi doblados los peligros, y en ellos los triunfos de su espíritu?
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