La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

322 CARLOS DANIEL VALCARCEL Porque, entr mos en las id as de un c ' Iebre Orador de nuestro siglo, y confesemos que en el mar es donde se ven estos extraordinarios hombres, en quienes parece que se engrandece el alma, á proporcion del nuevo país que habitan. La verdad es, que necesita el hombre cubrir su pecho con triplicado acero, para entregarse á la infiel con– dición de un elemento, en quien se experimentan contí– nuas traycione5. No hay lugar para el hombre en el Oceano. Si lo pisa, se entreabre a sumergirlo, sin darle superficie. Qué abysmos no contiene en sus profundidades! Qué escollos no cubre y disimula al escarmiento! Agitado del ayre, quanta es su commocion! Ya se levanta en montes; y ya se precipita, sin que haya muro que quiebre su violencia! Varía sus qualidades por los climas. Las estaciones hacen nueva impresion á su inconstancia; y en el influxo que recibe de su astro, se le transmiten nuevas alteraciones. Nada espanta al corazon del hombre. Intrépido y feroz, todo lo abanza. De un frágil leño repone á las aguas superficie, y se hace paso en ellas: sonda y calcula sus profundidades: cautela y burla los escollos: encadena los vientos, y hace servir á su seguridad los que antes agitaJ ban su naufragio. Con la maniobra no hay eleva.don que no sea accesible: no hay variacion de clima, ni estacion nueva que le altere los rumbos; porque allá en otra es– trella, toma los puntos fixos para su direccion. Pero, ¡ó Philosophia la del espíritu, quanto expones al hombre; Y con tu influencia, quanto fermentan sus pasiones! InsenJ sible á los riesgos, ó con cierta especie de enthusiasmo por ellos; el vencimiento de uno, es incentivo para emprender otro mayor. Ya es señor de los mares, ya los corre á su arbitrio, y les impone leyes que obedecen. Levanta sobre sus ondas edificios y construye ciudades: corto trophéo de su temeridad, si quando los domina, no forma de sus aguas un campo de batalla, donde se haga mayor su atre· vimiento. ¡Qué horror á la naturaleza, ver violados los fueros de aquellos sentimientos que le imprimió su Autor! No jusgó bien, salva su eloqüencia, quien en estos combates creyó á los elementos ministros auxiliares de la muerte. Esto sería hacerlos infractores de aquella ley suprema, con que fueron criados para el hombre. Emanaciones son de la bondad de un Dios, y llevan en su ser invariable 1

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