La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)

324 CARLOS DANIEL VALCARCEL rio, no concede otro mérito al valor, que el de la muerte, sepultando en las aguas su infortunio, para que viva pósthuma su fama? En ellos, sí, imperturbable V. E. mantuvo siempre la igualdad vigorosa de su espíritu, y aquella serenidad he– royca del semblante que le transmite un pecho denodado. Pero nosotros en solo su recuerdo sentimos la mocion desagradable y tdste, que causan en el ánimo las amena– zas del temor, y aquel desmayo con que anuncia en el rostro, el corazón, su angustia y sobresalto. Alli se vio en conflicto la fortuna, que oy en la posesion de V. E. risue– ña, nos alhaga. Ella es tan alta, y tantos son los bienes que activa y oficiosa nos conduce, que aun en pretericion su contingencia, nos toca y nos commueve: como el que en noche obscura pasó con pie tranquilo un precipicio, quando á la luz del dia lo reconoce, se inquieta y se per– turba. Tanto intereza al hombre el logro de su vida. No diré que la nuestra depende esencialmente de la domi– nacion de V. E., pero si afirmaré [sin que me sea pre– ciso pedirle al Arte sus hypérboles] que en la ordinaria economía con que 1a Providencia previene nuestra suerte, no pudo destinarle otra mas presentánea á sus necesi– dades, y a las ventajas de su felicidad. ¡Qué campo tan abierto se presenta, para correr las dilatadas sendas de su beneficencia, si no me desviase en ellas de mi objeto! Mas si este es V. E. quando sobre los mares hizo brillar la fuerza de su espíritu, y su naval pe– ricia; podré sin aquel vicio, considerarlo como un Piloto experto, Jason mas diestro, que conduce la Nave de este Reyno al Puerto de la seguridad y de la dicha: Iris de paz: luminoso Santelmo que anuncia la bonanza: y en alucion mas propria, Castor y Polux de mas benigno aspecto, que aquietan las tormentas en su origen; y si tal vez se com– mueven las aguas al ímpetu fogoso de los vientos, con mas activo influxo, que estos methoéros, ó imperfectos mixtos, tranquilizan y calman su inquietud. O, y quantos intereses aventuró nuestra fortuna en aquellos peligros! No, no haya memoria de ellos, y solo recordemos ese temperamento templado siempre y dulce, esa imaginación inalterable, esa profundidad de juicio, esa presencia de alma, y aquellos sentimientos de su Phi– losophia, en que tuvo lugar la reflexion, para no preferir los delirios de la ira a los acuerdos del valor. La Militar

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