La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)
LIBRO XIV DE CLAUSTROS prudencia digo; que si en sus máximas pudo hacer glo– riosa á V. E. la precaucion del riesgo; alli donde salvó su vida, por una especie de retrotraccion, hizo feliz la nuestra. Esta es la verdadera ciencia del valor que reco· mienda Sócrates, que en su Ulises celebra tanto Homero, y que en los Macedonios fué aquel punto de apoyo, en que estrivaron tantas veces sus triunfos sobre las huestes Persas. Ella es la que bastando por si sola á formar un Illustre, unida en V. E. á las heroycas prendas de su Fidelidad y de su Zelo; si no lo exalta sobre el nivel de sus Progenitores, le deriva un honor de virtud propria que en su principio le es mas glorioso á V. E. que el que recibe en todo su esplendor de su linage. En este (si le tomo la voz á Tertuliano) no se concede á V. E. otro de· recho que el de posesion: en aquel, donde son personales los blasones, adquiere V. E. el de su propriedad; y si alli solo es copia, aqui es original. La nobleza heredada, se funda en conjeturas y probabilidades; porque no se pre· sume turbio el arroyo que se deriva de una fuente clara, como si en Quinto Fabio Máximo (sin referir los Domi– cianos, Cómmodos, y Julianos) no nos diera la Historia el exemplo de un hijo criminal, que borró en sí la imagen de un padre irreprehensible, escudo á un mismo tiempo, y ornamento de Roma, y en quien la dignidad suprema de Censor calificó la integridad de sus costumbres. La que se adquier e por industria propria, donde el espíritu, el corazon, y el brazo conspiran á la gloria de immortales proezas; es conseqüencia necesaria que se sostiene y es· tablece en la infabilidad de sus principios. Aquella en fin es hidalguia de puro nombre, que suele autorizar al vicio: esta de verdadero mérito, de quien es inseparable la vir– tud. v. Quando me explico asi, no se conciba, que nombro á la virtud como un gracioso don de la naturaleza, 6 una de aquellas afecciones del alma, que hacen su honestidad por los principios de la Philosophia: talentos imperfectos; qualidades mediocres, que pudieron bastar á formar Héroes en el Paganismo. Hablo si de ella como señora del corazon y del espíritu donde levanta el trono de su imperio, escla– recida con las verdades de la fé, y dominante en triunfo
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