La universidad: libro XIV de claustros (1780 -1790)
326 CARLOS DANIEL VALCARCEL de la naturaleza y sus pasiones. Sin esta luz no hay en el Christianismo ilustre cuna: todo es sombras, si falta su esplendor; y aquellos títulos de honor de que hace alarde la vanidad del hombre, padrones son que acusan la obscuridad é infamia de su origen. Dichoso V. E. que en sus Progenitores madrugó la virtud á prevenir su naci– miento y al empezar su aurora la razon, recibió mejor luz en la doctrina, y los exemplos: lecciones son de vida las que percibe el oído, reglas de probidad las que ad– vierte la vista. Por eso fué su infancia modelo de ino– cencia: y aquel candor, aquella sencillez, esa amabilidad formaron desde entonces el caracter que tanto distingue á V. E. y hace oy nuestro embelezo, nuestra felicidad y nuestra gloria. Ni se presuma que su juventud, eclipsada la luz y en noche obscura, entrase descarriada y ciega en los sende– ros del vicio y del desorden. Cierto es que en ella las pasiones se irritan, y su voz alhagueña transmite al co– razon todo el encanto que hace á los sentidos: el error se disfraza, la verdad huye: cubre al pudor sus lazos el de– leyte para sorprenderlo: débil el corazon, disipado el es– píritu, puesta en fuego la imaginacion: todo conspira á ofuscar la razon, y hacer valer los apetitos. Pero no, no hay que temer de un joven, no menos dócil por la bon– dad de su alma á las inspiraciones del Señor, que á los preceptos de su educacion. ¡O feliz Villa de Aoiz, con quanto asombro viste en él disputarse el terreno la virtud, y el vicio! Gloriosa lid que pudo robarle al mismo Dios sus complacencias! Si, la edad fecunda en esperanzas .. ~.;onjeras, y avara de pla– ceres; que quiere, en expresion de la Sabiduría, coronarse de rosas, antes que el tiempo las marchite: el nacimiento ilustre y la alta idéa de su propria excelencia, cuyos dere– chos se jusgan desayrados, si no los autoriza el amor proprio, el luxo, la ambician, y el orgullo: la gentileza y proporcion del cuerpo, el ayre de sus partes, la magestad d el todo t y aquellos lineamientos, graciosos d 1 semblante; agradable objeto, que, sin contarle mas funestos riesgos, inspira al hombre la vana complacencia de sí mismo: el espíritu en fin, su agilidad, su acumen, su rectitud, su peso, su perspicacia, y su profundidad; dotes equívocos, cuyas ventajas se nos presentan cada día de escollo á la
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx