La victoria de Junín canto a Bolívar

"cuna de talentos como Olmedo", dirá en ella. Y su simpatía por la figura del poeta ecuato– riano y peruano lo hace seguirlo por múltiples partes. Ya entre los "plañideros", pues en 1809 publicó en la Imprenta de los Niños Expósitos de Lima, una Oda a la Muerte de la Princesa de Asturias, doña Antonia de Barbón. Ya entre los miembros de la Universidad de San Marcos. Ya como perseguido por el Santo Oficio. Pri– mero en 1802 por haber leído la Zaira de Vol– taire; después en 1803, por tener otros libros prohibidos a más de haber prestado un ejem– plar de la Henriada del mismo Voltaire a algún compañero de San Carlos. Palma no pierde ocasión en que pueda ci– tar a Olmedo que no lo haga. Alguna vez co– mentando los poemas de Dolores de Veintemi– lla. En alguna otra, señalando que, junto con Felipe Pardo y Andrés Bello, es una de "las glo– rias literarias imperecederas de la América La– tina", según sus palabras, en La Bohemia de mi Tiempo. Augusto Arias ha recordado en su Panora– ma de la Literatura Ecuatoriana los trabajos iniciales de Olmedo: "A la muerte de mi her– mana", "Alfabeto para un niño" y sobre todo su oda Al Arbol, plena ya de la naturaleza que Be– llo, Heredia, Melgar, Bartolomé Hidalgo, dieran -10-

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