Los ideólogos: Cartas americanas

96 l\.1ANUEL LORENZO DE VIDAURRE van a quedar en una noche triste y oscura: veo tres pajarillos, de los cua– les dos se retiTan a su nido, sin atender al reclamo del tercero que queda solo en la campaña. He aquí las consecuencias del amor con una mujer ajena. Recorro la naturaleza, y no hay cosa que no me desaliente. No haY otro remedio digo, que la ausencia; la emprendo ¡pero que mal se cumplen Jos propósitos cuando el espíritu ha perdido su equilibrio! Solicito un pretexto para verte de nuevo. ¡Instante fatal! Yo no puedo amarte ajena, ni puedo dejar de amarte. ¿Qué haré? Tus talen– tos me' lo enseñarán, pues los pocos míos ya no existen. No dejo de verte hoy por excusa, es por tí misma. El domingo estaré en Miraflores, pero sin hacer novedad en el lugar de mi hospedaje. Lo contrario sería un mo– tivo de conversación 3gria, y de la crítica de los mismos tuyos. En que parará esta tercera escena. NOTA: Esta mujer fue en otro tiempo amada: la política me obligó poste– riormente a cierta condescendencia. SOBRE EL TALENTO DE LAS AMERICANAS Amigo mío: El talento de las mujeres americanas, es una de sus mayores perfec– ciones. Ha leído usted lo que sintió del sexo en general Juan J acobo Rou– sseau en la carta de D'Alembert sobre el teatro de Ginebra. En cuanto a las nuestras algo dijo el Abad Raynal. Yo les hallo alma, espíritu, ge– nio, juego y demostración en las conversaciones familiares, y principalmen– te cuando escriben. Es por esto que a mis cartas he unido varias escritas por dos jóvenes, la una casada y la otra soltera. La primera que ha teni– do una educación completa, y ha viajado en la Europa: la segunda sin en– señanza ni modelos. Mi voto no puede ser justo porque es parcial. A la una la respeto, a la otra la amo. De ambas he recibido pruebas que con– vienen con los billetes. ¿Pero yo tengo dos corazones? NOTA: Faltan las cartas porque me las hizo romper mi confesor ¡Que el hombre tenga ciertos momentos de locura! RECONVENCION A MI AMADA Noche del 15. Leo muchas veces tu carta, reconozco tu letra, advierto la igualdad del estilo y sentimientos, y aún dudo si tu puño formó los caracteres, o si

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