Los ideólogos: Cartas americanas

102 1V1ANUEL LORENZO DE VIDAURRE a los atletas de la causa de los pueblos, y cuando ya no existen, duermen tranquilos, si cabe en ellos tranquilidad. En un gobierno de esa clase ni deben haber conocimientos en el que manda, como escribe el autor del Es– píritu de las leyes, ni tampoco en los que obedecen: si el tirano medita y reflexiona, aumentará sus atrocidades por consultar su estabilidad: si los súbditos saben lo que son, y lo que pueden, .no cesarán los tumultos, y es– te estado es más terrible que el mismo despotismo. ¿Qué se deberá hacer? Vegetar como las ovejas en un rebaño, entregar como ellas la garganta al cu– chillo, sin anticiparse el dolor de temerlo, ni los males cuasi ciertos que re– sultarían queriendo prevenirlo. Esta es mi situación: ¿sabe usted el desaire que el juez de imprenta me ha hecho no queriendo ·que se una a la gaceta el artículo que comuni– qué sobre la nueva calumnia de mis enemigos, que me imputaban haber es– tafado el dinero de los indigentes? El papel número primero, se reforma y se reduce al número dos. Primera afrenta. ¿A quién ofendo con decir que mi casa fue rica y no lo es? ¿En qué es perjudicado el gobierno o ultraja– da la religión, porque se sepa que gasto mi corto haber entre mis amigos y los pobres? Estoy persuadido que estas verdades son en gran manera úti– les a la sociedad y apoyadas por el Evangelio. Conozco que la tiranía no consiente que los ciudadanos se amen. Fue una de las máximas de Maquia– velo sostener las discordias y los bandos para impedir las Teuniones contra el usurpador. Si nos hallamos en Constantinopla o en Suecia en aquellos tiempos en que Carlos XII decidió mandar al senado una bota para que gobernase; estos insultos nada tienen de extraños. Pero al contrario si nuestro monarca cumple los votos que tiene hechos en favor de los pueblos, de gobernar con moderación, y no como un déspota, mi artículo debió ser respetado por el clerigote ignorante, adulador, advenedizo que de la clase de polizón ha subido a la dignidad de una iglesia con intrigas, informes in– justos y documentos falsos. Se halla Usted penetrado que N. . . no es ap– to para desempeñar una sacristía, y que sin las órdenes el mayor ascenso hubiera sido cargar clavos en la bahía de Cádiz. No se contentó con re– ÍOTmar el artículo. Se rehace; y ni aún así quiere que se imprima. ¿Y por qué? Daré Ja razón: este hombre como otros muchos han hecho su for– tuna en América. Mal pastor usando de las palbras _de un profeta, se vis– tió de la lana de sus ovejas, se mantuvo de la leche de ellas y después las asesinó. No ha contribuido a S. M. de sus dinerns con cantidad alguna considerable. Lo hemos visto volar de cura a arcediano, lo que careciendo de mérito no pudo ser sino con multiplicadas simonías. El favor y el dine– ro fueron los móviles de su engrandecimiento repentino. Es por consiguien– te enemigo declarado de aquellos que se distinguen por la nobleza de sus operaciones. Lo es también del estado y de nuestro augusto monaTca. E– chando el velo sobre mi heroico patriotismo se debilita la fructuosa emula– ción. En Roma se publicaba todo lo que se hacía en favor de la república.

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