Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICA AS 107 que formó y creó la ciencia y el amor. Cuáles sean los efectos de aquellos en que únicamente se consultan las pasiones, ya lo vemos en los muchos vicios eTigidos en moda y autorizados por los mismos individuos que deben castigarlos. El que no es buen marido y buen padre de familia, no puede ser buen ciudadano. ¡Benditos los tiempos en que se castigaba un ósculo dado a la propia mujer delante de una hija! Felices los días en que reina– ba el pudor, abiertos los templos donde se veneraba la sensualidad! ¿Será casta una esposa que se acuerda en el lecho, al lado de su marido, de los sus– piros de su amante en aquellos mismos momentos que la obligación le im– pele a ... a un tormento? ¿Y el joven robusto no dividirá sus atenciones con la cortesana hermosa en cuyos ojos halla un fuego de que carece la ri– ca mujer, que la razón de estado le precisa a llamar propia? Padres, padres, conteneos entre vuestros límites: sabed que la banda de la esposa de Mi– trídates sólo fue apreciada por esa infeliz en el lance en que le sirve para dar fin a su trágica vida. No os deslumbréis con los puestos, los caudales y pTerrogativas. Dejad que obre el corazón cuando no es conducido al cri– men y bajeza. ¿Quién le diría a Luis XVI al casarse con la mujer más noble, más ilustrada y más bella de la Europa, que su elección le precipitaba del tro– no e inundaba la Francia de sangre? Casado con una vasalla, más condes– cendiente con el pueblo, hasta hoy oiría los votos públicos de esos hom– bres que se convirtieron en perversos asesinos. Muchas veces las que se llaman conveniencias de familia son los caminos seguros para la ruina y destrucción. Estoy muy lejos de aprnbar los atentados cometidos por Cazcan. Conozco que este europeo solicitó otros matrimonios conducido por el in– terés. No convengo con haber querido sacar a su Proserpina, burlando la vigilancia de las ÍUTÍas. ( *) Respétense las vestales: sean sus muros sa– grados hasta que los derribe la ilustración pública y la sana filosofía. Los ritos de la patria deben sostenerse mientras no los revoque la patria mis– ma. Castíguese al zapador, mas el magistrado no violente la naturaleza. Su hija es decidida por un esposo que no la desmerece ni por su cuna ni por su empleo, ni poT sus costumbres. Renuncie el privilegio de la ley que como in~usta necesariamente será revocada por nuestros monarcas. Este es el juicio que he formado de un asunto que ocupó tanto nuestras tertu– lias. Digo con franqueza mis sentimientos como con la mayor verdad que es usted el amigo que más amo, y que su mano beso. (•) Viol6 un convento de monjas donde la tenía su padre.

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