Los ideólogos: Cartas americanas

108 MANUEL LORENZO DE VIDAURRE SOBRE PREPARATIVOS DE LA GUERRA DE CHILE Miércoles 3. Amigo mío: Mi comensal Vidaurrásaga lleno de placer nos ha comunicado que se trata de la expedición de Chile. Este punto ya en olvido toma un nue– vo calor. Se creían nuestras cortas fuerzas destinadas a sostener al gene– ral La Serna en los desastres que sufrió en el Alto Perú. El virrey quiere que su hijo político conquiste segunda vez a Chile. Si logra el proyecto será sin duda presidente de aquellas provincias, y le sucederá en el virrei– nato. Pero si el partido de Buenos Aires concluye con los miserables res– tos que quedan del ejército del rey en Tupiza, ¿cuál será la suerte del Pe– rú? Si la fortuna no ayuda al brigadier Osorio como en su primera cam– paña; si la discordia y el egoísmo no divide a los chilenos como en el tiem– po de los Carreras, ¿qué será de toda la América meridional? El proyecto es semejante a la resolución de un jugador que pone a una carta todo su haber; si pierde, eternamente perece; si gana, continúa jugando, y siempre expuesto a perder. Se dirá que soy el adivino del villorrio. Mis cálculos tal vez faltarán. Seré muy satisfecho de que así sea. Consiga el primer ge– neral el lleno de sus designios. Estos son mis deseos, pero parece imposi– ble que lleguen a realizarse. Son muchos los lugares conmovidos. Si ex– ponemos nuestras fuerzas, las sacamos a un punto de la espaciosa circun– ferencia, queda en debilidad el centro, y en abandono todas las partes dis– tantes. Un conquistador, no debe contar únicamente con la resistencia del país que quiere conquistar. En su plan muchas veces este dato será el más llano y accesible. Debe fijar la vista en los flancos interiores sostenidos por los partidos. No debe desentenderse de los insultos que otras poten– cias pueden hacerle en su misma casa. Convienen los políticos que no hay guerra peor que la que se hace en distancia. Una derrota es ruina sin recurso. ¿Ha leído usted en Ma– quiavelo esta cuestión? Son clásicos los ejemplos que propone. Para mí en los antiguos bastan los sucesos de J erjes, de Aníbal y de Craso. En la historia de España la pérdida de las que se llaman Provincias Unidas, Y en tiempo de Carlos HI las desgracias de O'Reilly: es verdad que una arma– da que no aguarda socorro, combate desesperada. Así lo hicieron los solda– dos de Cortés en Méjico, cuando este general echó a pique los buques. Pero confesemos que nuestros enemigos no son iguales a los que combatía ese conquistador, y que la bravura no decide siempre de las acciones. Por eso el grande hombre que cité, encarga tanto que se tengan aliados en las cercanías del país que se combate. Si no hay un lugar seguro para refu– giarse y Tehacerse, puede no quedar ni un individuo que avise el desastre.

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