Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 113 me concedían los borregos sin anticipar su muerte. Desearía eternos todos los seres que me rodeaban, y eran compañerns de mi escogida sociedad. Tres leguas camino así, ya pensando, ya sintiendo. Llegué a las chozas donde residen los miserables pastores. Apenas les he saludado, cuando les pregunto si son felices. ¿Nosotros miserables cómo seremos se– ñor? me contestan. ¿No lográis paz y tranquilidad, les replico en vuestra misma miseria? ¡Oh señor! si eso fuese seríamos felices. Todos quieren privarnos de nuestro trabajo. Los dueños del ganado nos exigen unas con– tribuciones que cuasi exceden al producto. Si algo queda se nos quita pa– ra el erario en los tributos, para diezmos y primicias de eclesiásticos. Ved desnudos y hambrientos nuestros hijos, sin poder saciarse de la leche que ordeñaron con sus manos. No tenemos terreno que sembrar, carecemos de propiedades, y aún pagamos algún estipendio solamente porque vivimos. No se limitan aquí nuestros males. Nuestra prole carece del óleo por no haber podido juntar los derechos. Y vivimos sin matrimonio, porque ... Basta, basta dije. Saco unos pesos, le consuelo en medias palabras y me retiro. Quedo en un silencio profundo, m s1énto ni rac1ocmo. Semejante al que atacado de una enfermedad terrible pierde los sentidos exteriores e interiores, manteniendo únicamente los movimientos naturales, llego a las cercanías de la hacienda que es una ensenada arenosa donde habitan y dan gritos destemplados las aves nocturnas. Sus graznidos me recuerdan del letargo y doy un suspiro triste que mueve la atención de mis compañeros. Me preguntan la causa de mi aflicción, y respondo. ¿Dónde podrá el hom– bre acogerse para ser feliz?. Inglaterra en convulsión y país donde no se ama ni hospeda al extran– jero. El norte de América con leyes duras que equivocan al deudor des– graciado con el criminal. Francia centro de la humanidad, de las luces, del buen gusto, patria del hombre, en continua anarquía. ¿Dónde? Yo no he olvidado a Juan J acobo Rousseau oprimido, expuesto y atropellado en los cantones de la libertad. No queda sino el interior de nuestras montañas. Tomaría este asilo, mas no es posible. La historia de sus hermanos les ha– ce aborrecer a toda persona de color y figura diversa. ¿Qué haré? ¿Cuál será mi resolución? Reflexionada amigo mío, pues mi carta presenta la agitación del espíritu del que a Usted ama y su mano besa. VISTA DEL FISCAL DEL CONSEJO CONTRA MI El Fiscal del Perú ha visto la carta documentada del Virrey de Li– ma número ciento treinta y ocho en que informa sobre la conducta del Oi– dor de la Real Audiencia del Cuzco Don Manuel de Vidaurre, y también Ja nueva instancia de éste para que se le conceda plaza efectiva en este su-

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