Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 129 horror que le causa, el ultraje a la justicia natural. La amistad nos que– da: la dulce amistad, ese vínculo que para estrechar hace que se dividan los sexos, y nos iguala en cierto modo a lo angélico. Yo te leí, me acuerdo, un diálogo en La Filosofía de la Naturaleza entre Ninon-Enclot y un filósofo, muy alusivo a estos pensamientos. Entonces me dijiste, ¿cómo hiciéramos para tener un amor que permaneciese siempre? Te contesté: espirituali– zado; no hay otro remedio. Esto mismo te repito, y te conjuro a ello en fuerza de los juramentos que tantas veces me has hecho de conspirar en cuanto puedas a mi dicha y tranquilidad. Yo no puedo vivir sin tí, yo no puedo lograr de tí sino un amor puro: aun de esto carezco mientras no te cases. ¡Cuánta falta no me has hecho en los grandes comprometimientos en que me hallo! Sabes que en España se trata de mi traslación a una de aquellas audiencias: es decir se trata de mi expatriación; sin otro crimen que haber trabajado en defensa de los derechos del rey. ¿Con quién reso– llaré, circundado de falsos amigos y de viles delatores? No soy dueño ni de mis suspiros. No me atrevo a manifestar mis quejas. Mi silencio au– menta mis males. ¡Miserable de mí solo en medio del universo! Casada con tu primo, el poseeTÍa tu cuerpo; yo sin tocar éste, man– tendría todos mis derechos sobre tu alma. Me parece un enlace proporcio– nado. Es joven, tiene tu misma sangre, te ama con fineza, sabe tu situa– ción y no la infama. Carece es verdad de facultades: yo las supliré en la presente. Para lo sucesivo goza de un caudal extraordinario que es su ta– lento. En nuestra patria prnsperan los literatos. Le anuncio una suerte muy ventajosa. Te suplico te decidas por él, y por mí. No te erices con– tra mi proyecto y cree que es del hombre que te amará eternamente. SOBRE PROSTITUCION DE HONORES Domingo 14. Amigo mío: Usted me obliga a que dé mi dictamen sobre el efecto de las innu– merables cruces, placas y honores que han llegado en el próximo correo de España y que ascienden a más de trescientas las reales órdenes, según el público asegura. He leído con asombro la guía de forasteros de este año. Toda la Europa no tendrá un número igual de generales, honoTarios, y gran– des cruces. En pocas horas ha olvidado usted que no quiero tratar del go– bierno español, sino llorar únicamente a mis solas la suerte que le espera. Aquí finalizaría mi contestación, a no verme precisado poT la más fina amis– tad y buena correspondencia a quebrantar de algún modo mis propósitos.

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