Los ideólogos: Cartas americanas

XIV ALBERTO TAURO mejante al ,que tuvieron las Confesiones de Juan J acobo Rousseau: porque en unas y otras se proyecta el sentimiento sobre. la: imagen de la reali– dad y, no obstante su común propósito de acatar la verdad, ésta apaTece con los matices derivados de las espectativas cifradas en las acciones per– sonales y los cambios; y porque las respectivas confidencias autobiográfi– cas, expuestas en una novelesca secuencia o fragmentariamente, quedaron inconclusas, y precisamente cuando los hechos de sus autores se desenvuel– ven en los espacios iluminados por la historia. No es necesario abundar en las afinidades y las diferencias con esas obTas, ni establecer paralelos con otras de igual representatividad, para encarecer }!a importancia de las Car– tas Americanas; o para hacer comprensible la amplia gama de circunstan– cias que en ellas se vuelcan y les infunden valor excepcional, por ser clara gravitación de una época turbulenta y mensaje de una inquietud progresi– va en lo ideológico y lo humano. * * * Por su carácter testimonial, las Cartas Americanas son el documen– to básico pa-ra la biografía del autor, y por eso nos inhibimos de trazarla ahora, como guía de sus asertos. Pero nos ha parecido muy ilustrativo el testamento suscrito el 22 de febrero de 1841 y que en sobre cerrado había sido protocolizado por el actuario José de Selaya; abierto ante los respec– tivos testigos y los herederos el 15 de abril de 1842; y nuevamente cerrado y archivado en d registro del mencionado escribano. Es una pieza que revela cautivantes facetas de la vida y la personalidad de Manuel Lorenzo de Vidaurre, y cuyo secreto nos atrevimos a franquear en presencia del doc– tor Guillermo Durand Flores, Director del Archivo General de la Nación. En la presente edición se incluye los dos volúmenes impresos por el autor en Filadelfia, el año 1823; el suplemento aparecido en Lima, el año 1827; y, por añadidura, algunas cartas dispersas en la prensa periódica. No sólo se subsana así la escasez de ejemplares, que ya anotara el propio Ma– nuel Lorenzo de Vidaune, sino la permanente disociación de los volúmenes correspondientes a una y otra ediciones.

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