Los ideólogos: Cartas americanas

4 MANUEL LORENZO DE VIDAURRE es mi mtento que la memoria perpetúe nombres y fechas: es mas noble el designio que me anima. Quiero que los monaTcas españoles entiendan, que sin justicia no podrán mantener su gobierno en las Américas, y que los ame– ricanos se horroricen de los infelices efectos de una libertad mal entendida. Súbditos y reyes postrados ante los altares que eleva la razón al debido cul– to de la naturaleza, aprendan leyes, que estuvieron por muchos siglos cuasi borradas por la desmedida ambición de los conquistadores, y los movimien– tos mal combinados de esclavos miserables. ¡Qué feliz fue Vuestra Alteza en medio de los desgraciados sucesos de su real casa! Sorprendido en la más tierna niñez, auebatado de los bra– zos de españoles que gemían al ver el insulto y el crimen de un tirano,, ha– lló Vuestra Alteza en los países extranjeros lecciones de verdadera filosofía. Jamás la habría aprendido Vuestra Alteza de maestros acostumbrados a doblar la rodilla y a desconocer la virtud. Los que heredan un trono Tara vez fueron justos. Acostumbrados sus oídos a la continuada lisonja, ven con odio a los defensores de la humanidad oprimida. El amor a sus seme– jantes se adquiere, comunicándolos de cerca, oyendo sus sentimientos, sin que se alteren por el temor y el Tespeto; y sobre todo padeciendo los efectos del espantoso salto desde la cumbre de una diadema hasta el llano pavimen– to de un simple ciudadano. ¡Cuantos reyes proporcionarían a Vuestra Al– teza albergue en sus palacios! La sabiduría la adquirió Vuestra Alteza parlando a los filósofos, reconociendo las artes, examinando la cultura de los campos, indagando los giros y comercio, meditando sobre el continuo cho– que de la nobleza y la plebe. Estas preciosas semillas produjeron la fran– queza, afabilidad, dulzura y aplicación al estudio, que ya hacen el genio de Vuestra Alteza, y la firme esperanza de los españoles libres que juraron de nuevo fidelidad al rey, y defensa eterna de nuestra constitución. Protesto a Vuestra Alteza que le amo más por justo y humano que por Barbón y por príncipe. Las leyes de la sociedad me obligan al respeto debido a las personas reales, pero ellas no alcanzan a violentar mi corazón, ni a trastornar la fuerza de mis afectos. Vuestra Alteza misma hallará en– tre sus ilustres ascendientes, semidioses benéficos que fueron el ídolo de la nación. Hallará también. . . . . Se gloria Vuestra Alteza de haber naci– do de los unos, reverencia únicamente la memoria de los otros. Continúen en Vuestra Alteza las virtudes, transmítanse al primer Duque de Cádiz, y sea esta real familia el apoyo más sólido de la España y de las Indias. Dios guarde a Vuestra Alteza muchos años. Madrid y Junio veinte de mil ochocientos veinte. Su humilde servidor que [le] ofrece la más sincera voluntad. Serenísimo Señor. Manuel de Vidaurre.

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