Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 9 la vigilia más perfecta? ¿Dormiré en mi lecho y tú en el tuyo, sm es– pantarnos de un vacío mas horroroso que la muerte? La sentencia está dada, leyes de la naturaleza ceded a las del Evangelio. Religión justa de mi Dios, tú me animas. Yo tomo la pluma, no para escribir como eQ otra época amor, sino para instruir 'a mi amada en lo que ha de creer y ejecutar. Existe un Dios creador de todo: la materia no es eterna, ni lo fue el mov1m1ento. Estos delirios que se conversan, son el fruto de una consuma– da corrupción. No podemos comprender lo que es un Dios ni cómo obra. Pero menos se comprende, y mas resiste nuestra razón, una masa informe, sin principio, que produce árboles, frutos, y hombres: que fija el movimien– to de los astros, y limita el torrente de los mares. El entendimiento sólo conoce un Ser Supremo. A nadie la religión natural se niega. Que este Dios es uno en esencia y trino en personas, sólo se alcanza por el auxilio de la revelación. Misterio oculto al grosero judío, y que no negará el cristia– no humilde en la pequeñez de sus talentos. De esas tres personas, la segunda se hizo hombre por redimirnos de un pecado, que yo ignoro si se transmite con el alma o con el cuerpo. Hallo en mis miserias y pasiones la prueba de que existe. La fortaleza que al– canzo con la gracia, me demuestra que fui redimido, que el mal permanece; pero que la medicina la tenemos muy cerca. Fueron infinitos los herejes que a Jesu Cristo negaron la divinidad. Si me preguntas: ¿por qué lo creo? Te diré por qué. El lo dijo, y porque no es posible que mintiese iel autor del Evangelio; hijo de una virgen que no dejó de serlo por ser madre, se sujetó a nuestras miserias exceptuando el pecado. Ese ser divino murió opacando a Sócrates, como dijo un gran filósofo aunque no católico. Creo en sus pa– decimientos como los presenta la sagrada historia. De su resurrección y ascensión y del día destinado a juzgarnos, nada dudes. O no hay Dios, o es preciso que castigue y remunere. Su justicia debe hacerse pública. ¡Qué día! Cuatro y media de la mañana, Miércoles. Yo no he existido en más de dos horas. Mi alma quedó en tal si– lencio que juzgo fui nuevamente creado. Donde estuve,. y cuál es el entu– siasmo con que despierto ¡así será la resurrección general! Yo veo volar los ángeles al mandato del Señor, y transtornar la naturaleza. El sonido de un instrumento mil veces mas fuerte que el de Sinaí, se entiende de igual modo en el mausoleo de los Teyes, y en la despreciada tierra, que cubre el cadáver de los pobres. Todos se elevan y rehacen con humanidad ya per– feccionada, y eternamente exenta de la muerte. ¡Qué teatro tan nuevo! ¡Qué variación tan espantosa! Monarca: ya no dominas, ya no se elogian tus vicios, ya el temor no dobla una rodilla que el amor jamás postró. In-

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