Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 15 No quiero que seas monja: nada hablo contra el celibato voluntario: era chocar contra la iglesia y la escritura. Hemos leído el poema de Dide– rot y la monja refoTmada. Sabemos lo que son nuestros monasterios. Temblaría al pensar te prostituías a tantas infamias y torpezas. Elige un joven que sea mayor que tú de ocho a diez años. Esta es una prudente diferencia. Las flores más hermosas se marchitan más pron– to. Procura examinar sus pensamientos y su salud. Un hombre corrom– pido en alma o cuerpo te hará_ para siempre desgraciada. Si puede ser no admitas al muy rico porque creerá que te ha comprado. El muy pobre no es apto al matrimonio. Si a sí mismo no se puede sostener, menos pondría en sus hombros una familia. Unas proporciones moderadas y virtud for– man un enlace, que se asemeja a la delicias del paraíso. No te resuelvas en el momento, experiméntalo un año, y procura en su conversación mover– le todos los afectos: la pasión que domina rara vez se encubre al que quiere examinarla. Amalo mucho... No: espera ... me arrepiento. ¡Amar a otro hom– bre mucho! Leyes de Dios ¿hasta dónde queréis que se extienda mi resig– nación humilde? ¿No basta poner en las aras mi corazón por víctima, sino que también lo he de ir abrazando en fuego lento? ¿Viviré yo sabiendo que amas? ¿Mi imaginación viva cuando te represente extendida, los brazos de tu esposo sobre tu hermosísimo cuello, y recibiéndolo amorosa con los la– bios, no me hará expirar en el tormento? Moriré. Si, moriré y tu vivirás en tranquilidad, en la paz dulce producida por el amor y la religión. No te acuerdes entonces de mí, olvídame, despréndeme eternamente de tu me– moria. Si al matrimonio conduces un solo recuerdo, las fuTias se apodera– rán del tálamo. La frialdad ocurrirá a la ficción. ¿Será tu alma nobilísi– ma, capaz de este crimen? La necesidad tal vez te pulsará a cometerlo. El disimulo no se sostiene. Conocerá tu consorte que es dueño de tu cuer– po, no de tus afectos. Celos, riñas, distracciones. ¡Qué estado tan espan– toso! No queda aquí el mal: las consecuencias son aún mas terribles para los hijos. Padres delincuentes jamás tendrán una prole feliz. No sigo: un mundo que me rodea me lo impide: también me he opri– mido: la sangre corre toda al corazón a socorrerlo. ¡Josefa Luisa casada! ¿Yo vivo? Sábado, ocho de la noche. Ya es preciso aprovechar los instantes. Mañana a estas horas es– tarás en los claustros: en el templo, en presencia del Dios humanado, y oyendo sus voces por la de un fiel ministro. Quisiera concluir mis conse– jos: unos ejercicios hacen crisis en nuestra vida. Temo que no recibas mis cartas después de ellos. Tu confesor te impondrá esta ley porque ignora

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