Los ideólogos: Cartas americanas

460 MANUEL LORENZO DE VIDAURRE Valiere en el cúmulo de la tristeza. Si con la deidad se pudieran formar pactos, renunciaría todos los bienes por este bien solo. ¡Ah mi amigo! V. se lisonjea: concluyeron las promesas: nuevos moti– vos de crítica en Buenos Aires. No, no: me acusan de voluble, es el vicio que menos tengo. No visito sino en ocasión muy rara ese objeto que idolatro. Paso por la ca1le y muchas veces no dirijo la vista al interior de la casa. Un anciano debe contemplarse como en un sepulcro. Fue, no es sino una tierra despreciable y hedionda, que hasta el pie huye de estamparse sobre ella. Sombra de Platón a la que desespera el apetito, y es incapaz de sa– ciarlo. Gozan los pájaros de sus consortes y mutuamente se Tecrean en sus gorjeos; sin que el tiempo los haga infelices. El racional sufre tormen– tos, que desconocen los brutos: ¡oh! que soy aún muy sensual. ¿Y cómo me desprenderé de los sentidos? Mi razón me ordena que me espirituali– ce. Obedezco a mi razón, pero con infinita pena. Mi afecto quedará en el secreto de mi mismo, ¿pero por eso dejará de ser voraz? Ni el público, ni la moral pueden imponer ley más fuerte. Dese por contenta la calumnia, y V. reciba las expresiones sinceras de su fiel amigo y S. S. Q. S. M. B. A,fanuel Vidaurre. CARTA DE LUNA PIZARRO REFIRIENDO LOS ATENTADOS DEL GENERAL BOLIVAR Lima y setiembre 11 de 1826. ST. Dr. D. Manuel Lorenzo Vidaurre. Muy estimado amigo y pariente. Con ansia he deseado su arribo antes de mi partida, por tener el gusto de verle, y Tecomendarle personalmente a mi familia, que dejo al lado de mi señora Panchita y de Juanita. Al partir U. de Lima a Panamá, me dejaba la suya en legado, por si llegaba U. a tocar el término fatal en su expedición. Felizmente la Providencia ha conservado a U. para que fuese amparo de mis sobrinos en la expatriación que yo sufro. Nombrado ple– nipotenciario a Méjico con calidad de saliT inmediatamente, contesté acep– tando la legación, y ofreciendo salir cuando hubiese buques; es decir, en todo noviembre en que se abre la comunicación con Acapulco; no antes, por ser allí mortífera la estación. El resultado fue intimarme la salida del país en término de quince días. Excusado es decir a U. los motivos que haya tenido el Libertador parn esta medida: él ha visto que no he podido con– venir con sus ideas y menos con su constitución monárquica. No era me-

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