Los ideólogos: Cartas americanas

464 MANUEL LORENZO DE V IDAURRE CARTA ACOMPAÑANDO MIS OBSERVACIONES CONTRA LA NUEVA CONSTITUCION Lima y noviembre 20 de 1827. Amado amigo mío: Los compromet1m1entos se multiplican: no es mi carta parecida a la anterior. El general Santa Cruz me ha dicho que es preciso que se jure la Constitución. Estuve en la noche en su palco para hablarle sobre la ma– teria. Muy poco pude deciTle, porque estaba presente Heres. ¡Infame! ¿Quién ha traido a este monstruo entre nosotros? ¡Qué espantosa es la esclavitud! Esta cláusula se debe obedecer me horroriza. Si se reuniera en un objeto toda la hermosura que ha distinguido el sexo amable, acompa– ñando sus gracias el último grado de dulzurn y de talento, y se me dijera: Esta será tu mujer; el decreto la presentaría a mis ojos fea, necia, indómi– ta; en una palabra, la aborrecería. En la nueva Constitución hallaba ar– tículos interesantes; hoy hasta el papel, la imprenta y la encuadernación me paTecen insoportables. ¡Ah, qué distancia entre ser víctima y ser sobe– rano! ¡Entre dar leyes y recibirlas! ¡Traidores a la patria, vuestra me– moria será excecrable! Muy temprano remití hoy las adjuntas observacio– nes al general Santa Cruz. Le escribí diciendo: que a las tres estaría a tra– tar de este asunto. Me recibió con frialdad, no con ira ni desprecio. ¿Es posible que el Perú ha de ser una provincia de Colombia? ¿Quién ha he– cho a Bolívar legislador? Nosotros somos más esclavos que en el tiempo de los españoles. Quería Santa Cruz contestarme. No pude compTender lo que me dijo. Pasamos a la mesa, y se presentó allí Pando con un sem– blante ceñudo y feroz. Me vio como podía hacerse con un lacayo que es– tuviese sentado a la mesa. Santa Cruz y Larrea se esmeraron en el halago, me ofrecían los mejores platos. No desdoblé el cubierto, y juré no expo– nerme a igual insulto. Ya saben como pienso, dispongan de mi vida, de mi empleo, de mis mezquinos bienes. No, no dispondrán de mi voluntad. No haré una revolución. Carezco de elementos para sostenerla. Sería un enemigo de mi patria. Era la carniceTía del dos de mayo en Madrid. Reu– namos los ánimos, las fuerzas, los sentimientos. El Perú ha sido libre: él no se convendría con ser de nuevo esclavo. Mi amigo, voy a la cama. ¡Dios Santo, concédeme unos instantes de reposo! ¡Ah, cuál es mi agita– ción! Compadezca V. a S. S. S. Q. B. S. M. Manuel Vidaurre.

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