Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 467 Europa veía con desprecio o indignación. En el pequeño palacio de Lima se trabajaba de aquel cuadro una miniatura. No habían grandes ni reyes, pero se querían unir lo que se juzgaba más respetable. Napoleón indigna al pueblo español. Pando hasta el exceso al pueblo peruano. Se unía su gesto insultante, sus palabras duTas, sus modos estudiados en las covachue– las españolas. Muchos peruanos huían al verle. Era un castigo tener que hablarle en alguna ocasión. Me han asegurado todos los oficiales de la Secretaría que los trataba con tal dureza y desprecio que lloraban sobre el pan que comían. Me dirá V. ¿y quién escribe? pTegunta excusada. Nadie se atreve. Soy el único que miro la existencia con desprecio. He hablado a Gonzá– lez, que debe tener mil respetos y miramientos a mi casa y persona. Este infeliz se me excusa. Me arruinaré, me dice, si imprimo cuatro letras que a U. pertenezcan. Sabe muy bien que el gobierno tiene fija la vista en mí. HeTes se expresó con un amigo: Vidaurre q·uiere ser un jefe de oposici6n, lo bueno es que su parlamento no tiene miembros: puede ser que algún día se descubran. Se ruge que el 9 de diciembre será la jura. Estoy determinado a no asistir. Puedo variar: es de meditarse este paso. Me parece algo brus– co. Cómo desearía teneT a U. cerca de mí, y que me auxiliase con sus con– sejos. Es U. digno de toda mi confianza por excelente americano, y por las pruebas que ha dado U. de no hincar la rodilla a los ídolos. Estreméz– case U. con la adjunta copia, y mande a su buen amigo Q. S. M. B. REPUBLICA PERUANA Ministerio del Interior Manuel Vidaurre. NOTA DE PANDO Palacio de Gobierno en la capital de Lima a 28 de novierobre de 1826 - 50 y 6º La nota circular, que de orden del Supremo Consejo de Gobierno, dirigí con fecha de pTimero de julio último a los señores prefectos de los de– partamentos, desenvuelve rápidamente los altos motivos que impulsaron a S. E. a someter al libre examen y sanción popular el' proyecto de Constitu– ción presentado por el padre de la patria, el Libertador Simón Bolívar, a Ja República de su nombre glorioso. Los Colegios electorales de las cincuenta y nueve provincias de la República han correspondido a los ardientes deseos, a las lisonjeras espe– ranzas de un gobierno que no conoce más aspiración que la felicidad de la

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