Los ideólogos: Cartas americanas

472 MANUEL LORENZO DE V IDAURRE nos que con arreglo a ella deben componer los Colegios electorales a fin de que en el día 20 de setiembre del año próximo venidero pueda reunirse el cuerpo Legislativo. Art. 69-El ministro de Relaciones Exteriores y del Interior queda especialmente encargado de la ejecución de este decreto, de circularlo a quienes corresponda, y de darle la posible publicidad. Dado en el palacio del Gobierno Supremo en la 30 de noviembre de 1826. 79 y 59 - Andrés Sa;nta ]osé de Larreay Loredo, Vocal. Tomás Heres, Vocal. Ministro del Interior ]osé María de' Pando. capital de Lima a Cruz, Presidente~ Por S. E. el Vocal NOTA SOBRE EL METODO DE ESTUDIOS DEL COLEGIO DE SAN CARLOS, QUE SE QUISO ENTABLAR POR PANDO Noviembre 16 de 1826. Señor Ministro: Respetando como siempre las determinaciones de S. E. el Consejo de Gobierno, y los sabios dictámenes de V. S. manifestaré, no obstante, los inconvenientes que hallo en la distribución de cátedras, según se contiene en la lista que V. S. ha tenido la bondad de remitirme con fecha del 16. Como V. S. en su nota del 10 dejó a mi encaTgo el que solicitase profesores, aunque sobre ello había informado el señor rector, formé un plan que iba a presentar esta misma mañana. El será aquí compendiado. Estoy cier– to, que estando V. S. y yo perfectamente acordes en el fin, que es ilustrar nuestra Patria, único· modo de haceTla libre, y que lo sepa ser, no recibiría con desabrimiento reflexiones que se producen por el vivo deseo de cumplir los deberes del destino que me ha confiado el mismo Gobierno. Son cosas muy distintas, representar y dejar de obedecer. Una obediencia ciega está en oposición con las máximas que rigen en un estado libre. Si esto es cier– to, también lo es que la insubordinación es la madre de la anarquía. Con la protesta de los fieles sentimientos comienzan mis observaciones. Está muy bien que don Manuel Puente Arnao se encargue de la enseñanza de la lengua latina, y que instruya a los jóvenes en las preciosidades de los maestros de elocuencia y poesía, que brillaron en el siglo de Augusto, algu– nos pocos años antes y después. Veía con dolor que perecía una paTte de las humanidades que se cultiva con esmero en una gran parte de la Europa, y en otro tiempo entre nosotros. Un buen latino se familiariza con los es-

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