Los ideólogos: Cartas americanas

478 MANUEL LoRENzo DE V mAURRE Conseguí lo que quise. Saben los ministros que se han de sujetar a la ley. ¡Qué difícil es que un gobierno usurpado permanezca, si no hay arbitrarie– dad! Estos dos crímenes se auxilian mu tuamente. Mis amigos y yo no podrán ser expatriados, ni juzgados por simples decretos, o comisiones. El campo nos era garantizado por nuestros mismos contrarios. Había de ser el día completamente fastidioso. Lara me había con– vidado para la mesa. Debía yo comer al lado de los ministros. ¡Qué sem– blantes! Me parecía que estaba viendo la caverna o fragua de Vulcano, los Cíclopes, y las Erinias. Todos fueron monosílabos. El general que había hecho el convite, se desesperaba de la taciturni dad y desprecio con ,que se veían exquisitos manjares que nadie t ocaba. Por abrir alguna conversa– ción dijo. ¿Si el año que viene habrá otra Constitución? La profecía no me desagradó. Recordé aqueJlo de la escritura, se lo ocultaste a los sa– bios, y lo revelaste a los niños y los necios. Contestó Pando. Es muy fácil; hay hombres que ponen su gloria en conmover los pueblos. Heres: escarmentarlos. Santa Cruz: este pueblo no se inflam a, es pacífico. En– tonces arrojando una vista de indignación dije. Toda Carta fue siempre violada por sus mismos autores. Respond an U U. por sí, de su observan– cia, que yo sé muy bien lo que han de hacer mis compatriotas. Los brindis fueron por el Presidente Vitalicio, excepto yo que lo hice por Sucre, La Mar, Y ejército reunido. Lara se desab rió mas con la adulación, y se expresó así. Señores: nosotros no nos hemos reunido a celebrar al general Bolívar, sino a los vencedores de Ayacucho. En esta acción no tuvo parte directa ni in– directa el general Bolívar. El desamparó el ejército y vino a Lima a gozar de flores, frutos y bellas.... Dijo Pando : fueron sus planes. Lara: No señor, aseguro a U. que si está en la acción, todo se pierde. Riéndose: con– vino que desertase. Se levantó el gobierno de la mesa. Apenas tomaron una taza de café, y se retiraron sin hacerme el más pequeño saludo. Soy justo: no procedieron del mismo modo los generales y jefes de Colombia; me obligaron a brindar. Improvisé por la gratitud que el Perú debía a las tropas de Colombia; por que est a República no abusase contra la libertad de sus hermanos; por la independencia de los pueblos y de los hombres. El discurso agradó tanto, que volaron los sombreros en el aire. Lara fue el primero que juró, atacaría la vi da del general Simón si quisie– se ser un tirano. Espero que esta semilla produzca efectos ópimos en fa– vor de nuestros derechos. Tuve que huir, me mataban a abrazos, y me destrozaban con elogios que me era insoportable el oír. No todos estos in– signes militares aman la esclavitud, ni quieren t ener esclavos. El balance político fue muy ventajoso: me retiré a casa, y he t enido la paciencia de escribir antes de acostarme estos borrones. He si do un historiador más exacto que Tácito. Más imparcial que . . . . No se me ocurre un historia– dor imparcial, si no es Robertson. ¡Voy a descansar! ¡Cuál deberá ser mi

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