Los ideólogos: Cartas americanas

480 MANUEL LORENZO DE VIDAURRE que apenas pueden sostener en los lomos a sus dueños, con una absoluta falta de repuestos y cañones; todo, todo aseguraba el vencimiento. Una ojeada maligna, una risa insultante sobre las tropas peruanas y aliadas, eran pruebas del ludib rio h acia los que rotulaban miserables y tímidos es– clavos. Nadie h abla de vence r, sólo se trata de recoger los frutos de la vic– toria. ¡Horrible engaño! La desesperaci ón, el honor, la justicia, producen héroes, y los que se juzgan cobardes, aparecen de improviso los más ingig– nes guerreros. La Europa se burl ab a de los franceses republicanos; ellos se hicieron respetar de los emperador es y los reyes. Los combatientes se acercan, suenan los instrumentos marci ales, el irracional y el hombre co– rren a pisar y despreciar : empero, ¡qué sorpresa! Chocan con invencibles cuyos b razos son ejércitos, y cuyas armas son rayos que reducen a polvo, los que se contemplaban inamovibles edificios. Euribíades y Temístocles, Sucre y La Mar ordenan a la muerte que corra las líneas españolas, y en menos de media hora cayó p ara no levantarse el poder de Jerjes. Una voz se oye. Fernando VII, último emperador de las Américas: la cerviz ame– ricana no se bajaTá voluntariamente para recibir el yugo de otro tirano. Los espíritus gloriosos de los indígenas reciben con himnos de loor a nuestros muertos: la fea y pestífera muchedumbre de perversos se aumenta con las almas de los esp añoles cuyos cuerpos se hallaban diseminados por la tierra. Vuelan aquéllos al seno de D ios; se precipitan éstos para siempre f!ll el averno . Para siempre sepultaos, dice el Angel, llevando con vosotros la injusticia: yo promulgo desde ahor a los derechos del hombre en el mun– do de Colón. Es entonces que desde el nuevo Sinaí dicta nuestro decálogo social: nada vale mudar el nombre de los amos, si no se goza de la libertad políti– ca Y civil. La independencia de todo otro Estado; en aquel a que se per– tenece, la seguridad de la persona y propiedades. Libertad de pensar, de escribir, de operar: la misma libertad que se t endría en el estado de la na– turaleza, siendo el hombre siempre justo. Los gobiernos se constituyen por los pactos - Desgraciado el pueblo que no los forme. Más vale un Calígula, un Nerón sujeto a una Carta que un Tito, un Pío, un Marco Au– relio, siendo absolutos. ¿Amáis el ser libres? Combatid con una mano la anarquía, con la otra el despotismo. ¡Día santo en que recordando la más insigne batalla que presencia– ron los siglos, y lecciones tan sabias y sublimes, un Estado constituido ex– presa sus sentimientos de gratitud al padre de la patria! Numen benéfi– co: tú das la libertad a tus compatriotas: tú preparas la felicidad de cien generaciones. El mandato del justo por esencia se cumpla, y triunfe para siempre la justicia en nuestros países. Los tribunales se desvelarán, por que la campaña de Ayacucho tenga un efecto que corresponda al angelical deseo. Pueblo del Perú, yo juro que ningún poder humano me hará sa– lir una línea de la ley. El general Bolívar, el héroe más grande de la his-

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