Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 23 separaría jamás de los hijos antediluvianos paTa evitar estos incestuosos ma– trimonios. Cuando sea el origen de los chinos cubierto de aquella oscuridad tan necesaria en los sucesos antiquísimos, no hay la menor duda que los nietos de Noé se casaron entre sí. Nos habla el capítulo sagrado de la sucesión de los tres hijos, y nos dice que cada uno tomó una región, y aun tuvo una lengua diversa. No vivieron por consiguiente juntos, y sí tan distantes, que hasta variaron el dialecto. Cada nueva familia pobló por sí, y ésto no pudo realizarse a no ser por el matrimonio que en los siglos presentes se afirma prohibido. Parece natural que entre aquellos pueblos más antiguos que se ase– gura fueron los primeros habitadores, se mantuviese algún recuerdo de la ley divina. Así es que entre las sombras del paganismo, hallamos señales evidentes de lo mismo que Moisés relata. Pues nada tenemos del matri– monio entre hermanos. Se practicaba por los egipcios, las atenienses y los persas. Ni en el Exodo, ni en el Deuteronomio hallo una letra prohibitiva. Puede ser que me engañe: para escribir mis cartas no registro libros, y aun– que he leído muchas veces la Biblia, es muy fácil olvidar un hecho entre millones. Pero aun cuando se leg prohibiese a los judíos ¿era ésta una de- · mostración de que la ley fuese de derecho natural? A ese pueblo con el nombre de su libertador se le dieron muchas leyes puramente polí6cas, y todas tenían el sagrado de la Teligión. Lo que si afirmo es quei el Evangelio no contiene este precepto. Jesu Cristo, Señor nuestro, no hizo sino explicar y darle todo su valor a la ley natural. El cristianismo es el código de todos los pueblos. Si algo hubiese contrario al derecho primitivo divino se increparía por este perfectísimo maestro. Herodes es verdad que fue reprehendido por incestuoso. ¿Pero quién ignora las circunstancias que acompañaron el matrimonio? ¿Quién no sabe que aunque fuese una ley política, el monaTca haría muy mal en quebrantarla? Si quería que sus vasallos la cumpliesen, debía ser el prime– ro en obedecerla. Estos impedimentos en los matrimonios tuvieron sanciones posterio– res. Muchas de ellas eran contrarias al Viejo Testamento. Casan dos hermanos sucesivamente con una mujer. ¿Será esto un decreto de la sina– goga y un crimen en la iglesia? Basilio refiere que el matrimonio entre hermanos era castigado con la pena misma del homicidio. ¡Qué despropor– ción nivelar al que destruye la especie con el que la multiplica! Podían tal vez Tespetarse las sanciones justas, si no palpásemos el abuso. Para impedir estos matrimonios,. ni el imperio ni la iglesia habían publicado ninguna ley hasta Teodocio. Me parece de bastante autoridad San Agustín, quien así lo afirma en uno de los libros de la Ciudad de Dios. Después de ese monarca se multiplican los impedimentos y las penas. Gre-

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